miércoles, 29 de febrero de 2012

El perro aterrado y la percepción errónea.



Se trataba de un perro callejero. 

Le gustaba curiosear todos los rincones e ir de aquí para allá. Siempre había sido un vagabundo y disfrutaba mucho con su forma de vida. Pero en una ocasión penetró en un palacio cuyas paredes estaban recubiertas de espejos. 

El perro entró corriendo en una de sus acristaladas estancias y al instante vio que innumerables perros corrían hacia él en dirección opuesta a la suya. 

Aterrado, se volvió hacia la derecha para tratar de huir, pero entonces comprobó que también había gran número de perros en esa dirección. Se volvió hacia la izquierda y comenzó a ladrar despavorido. Decenas de perros, por la izquierda, le ladraban amenazantes. Sintió que estaba rodeado de furiosos perros y que no tenía escapatoria. Miró en todas las direcciones y en todas contempló perros enemigos que no dejaban de ladrarle. En ese momento el terror paralizó su corazón y murió víctima de la angustia. 


La percepción errónea 
conduce a la muerte espiritual. 
Sólo el discernimiento purificado 
abre una vía 
hacia el despertar definitivo. 


martes, 28 de febrero de 2012

El brahamín astut0



Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos. En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmín. Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles. El asceta dijo: 

--Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino. 

Entonces intervino el peregrino para explicar: 

--Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo. 

Por último habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma: 

--También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que caen las guardo para mis necesidades. 


Así proceden muchas personas 
que se dicen religiosas. 
Tienen dos rostros 
y uno 
es todavía más falso que el otro.



lunes, 27 de febrero de 2012

El atolladero.



He aquí que un hombre entró en una pollería. Vio un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:

--Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿Cuánto pesa éste?

El pollero repuso:

--Dos kilos, señor.

El cliente meció ligeramente la cabeza en un gesto dubitativo y dijo:

--Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.

Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión. Cogió el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba explicando al cliente:

--No se preocupe, señor, enseguida le traeré un pollo mayor.

Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:

--Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.

--¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.

--Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo un instante.

Y entonces el cliente dijo:

--Bueno, me quedo con los dos.

En un atolladero tal
se halla todo aspirante espiritual
cuando verdaderamente no se compromete
con la Búsqueda.


domingo, 26 de febrero de 2012

De instante a instante



Era un yogui muy anciano. Ni siquiera él mismo recordaba sus años, pero había mantenido la consciencia clara como un diamante, aunque su rostro estaba apergaminado y su cuerpo se había tornado frágil como el de un pajarillo. Al despuntar el día se hallaba efectuando sus abluciones en las frescas aguas del río. Entonces llegaron hasta él algunos aspirantes espirituales y le preguntaron qué debían hacer para adiestrarse en la verdad. El anciano los miró con infinito amor y, tras unos segundos de silencio pleno, dijo:

--Yo me aplico del siguiente modo: Cuando como, como; cuando duermo, duermo; cuando hago mis abluciones, hago mis abluciones, y cuando muero, muero.

Y al concluir sus palabras, se murió, abandonando junto a la orilla del río su decrépito cuerpo.


La verdad no es una abstracción ni un concepto.
Cuando la actitud es la correcta,
la verdad se cultiva aquí y ahora,
de instante en instante.

sábado, 25 de febrero de 2012

Un preso singular



Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso: 

--Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día? 

Y el preso contestó: 

--¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas? 


  Por falta de discernimiento puro, 
no sólo estás en cautiverio, 
sino que ni siquiera llegas a darte cuenta 
de que lo estás.


viernes, 24 de febrero de 2012

UNA INSENSATA BÚSQUEDA UNA INSENSATA BÚSQUEDA UNA INSENSATA BÚSQUEDA Una insensata búsqueda



Una mujer estaba buscando afanosamente algo alrededor de un farol. Entonces un transeúnte pasó junto a ella y se detuvo a contemplarla. No pudo por menos que preguntar: 

--Buena mujer, ¿qué se te ha perdido?, ¿qué buscas? 

Sin poder dejar de gemir, la mujer, con la voz entrecortada por los sollozos, pudo responder a duras penas: 

--Busco una aguja que he perdido en mi casa, pero como allí no hay luz, he venido a buscarla junto a este farol. 

No quieras encontrar fuera de ti mismo 
lo que sólo dentro de ti puede ser hallado. 



jueves, 23 de febrero de 2012

La llave de la felicidad



El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él. 

Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cual sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. “?Dónde ocultarla?”, continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad. 


Busca dentro de ti mismo. “
Desafía” a Dios 
y róbale la suprema felicidad. 


miércoles, 22 de febrero de 2012

El tigre que balabaEL TIGRE QUE BALABA El tigre que balaba



Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió. El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de ellas, y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el rebaño. 

Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años. 

Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó. Se quedó estupefacto cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba como una oveja más. No pudo por menos que decirle: 

--Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre? 

Pero el tigre-oveja baló asustado. 

Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia imagen. 

Pero el tigre-oveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso probarla. 

--Pruébala -le ordenó el tigre. 

Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne. En ese momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció de golpe su verdadera y propia naturaleza. 


El ser humano común 
está tan identificado 
con la burda máscara 
de su personalidad 
y su ego 
que desconoce su genuina y real naturaleza. 


martes, 21 de febrero de 2012

El viajero sediento



Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa.

Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:

  --¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!

  Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:

  --¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!


La mente siempre tiene problemas. 
Cuando no tiene problemas reales, 
fabrica problemas imaginarios y ficticios, 
teniendo incluso que buscar 
soluciones imaginarias y ficticias.


lunes, 20 de febrero de 2012

EL COOLI DE CALCUTA



Un buscador occidental llegó a Calcuta. En su país había recibido noticias de un elevado maestro espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren de Delhi a Calcuta, en cuanto abandonó la abigarrada estación de la ciudad, se dirigió a un cooli para preguntarle sobre Baba Gitananda. El cooli nunca había oído hablar de este hombre.

El occidental preguntó a otros coolíes, pero tampoco habían escuchado nunca ese nombre. Por fortuna, y finalmente, un cooli, al ser inquirido, le contestó:

--Sí, señor, conozco al maestro espiritual por el que preguntáis.

El extranjero contempló al cooli.

Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.

--¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? -preguntó, insistiendo.

--Sí, lo conozco bien -repuso el cooli.

--Entonces, llévame hasta él.

El buscador occidental se acomodó en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Mientras era transportado por las atestadas calles de la ciudad, el extranjero se decía para sus adentros: "Este pobre hombre no tiene aspecto de conocer a ningún maestro espiritual y mucho menos a Baba Gitananda. Ya veremos dónde termina por llevarme".

Después de un largo trayecto, el cooli se detuvo en una callejuela tan estrecha por la que apenas podía casi pasar el carrito. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:

--Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.

El occidental estaba realmente sorprendido. ¿Le habría conducido hasta allí para robarle o, aún peor, incluso para que tal vez le golpearan o quitaran la vida? Era en verdad una callejuela inmunda. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa por la que había penetrado el cooli. Tenía miedo, pero trataba de sobreponerse. Atravesó un pasillo que desembocaba en una sala que estaba en semipenumbra y donde olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación profunda. Lentamente se fue aproximando al yogui, sentado en posición de loto sobre una piel de antílope y en actitud de meditación.

!Cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que le había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental pudo ver los ojos amorosos y calmos del cooli, y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:

--Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.

Porque tenemos la mente llena de prejuicios, 
convencionalismos y toda clase de ideas preconcebidas, 
se perturba nuestra visión 
y se distorsiona nuestro discernimiento.


domingo, 19 de febrero de 2012

Ni tu ni yo somos los mismos.



El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.

Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.

Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.

Muy sorprendido, Devadatta preguntó:

  --¿No estás enfadado, señor?

  --No, claro que no.

  Sin salir de su asombro, inquirió:

  --¿Por qué?

  Y el Buda dijo:

  --Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.

Para el que sabe ver, 
todo es transitorio: 
para el que sabe amar, 
todo es perdonable.


sábado, 18 de febrero de 2012

Las Pescadoras



Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.

Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.

Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.

Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: "!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir". Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:

  --No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.

  Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.

Por ignorancia y ausencia 
de entendimiento correcto, 
el ser humano se pierde en las apariencias 
y no percibe lo Real.


viernes, 17 de febrero de 2012

La niña y el acróbata



Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana siempre desde que ella recordara, se había asociado a un acróbata con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos hospitalarios de la India. Ambos se habían especializado en un número circense que consistía en que la niña trepaba por un largo palo que el hombre sostenía sobre sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos exenta de riesgos.

Por eso, el hombre le indicó a la niña:

--Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo.

De ese modo no correremos peligro, pequeña.

Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó:

--No, Babu, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.

Permanece vigilante de ti 
y libra tus propias batallas 
en lugar de intervenir en las de otros. 
Atento de ti mismo, 
así avanzarás seguro por la vía 
hacia la Liberación definitiva.


jueves, 16 de febrero de 2012

LO ESENCIAL Y LO TRIVIAL



 "Un hombre se perdió en el desierto. Estaba a punto de morir de sed cuando aparecieron algunas mujeres que venían en una caravana.

El hombre al borde de la muerte gritó pidiendo auxilio.

Cuando las mujeres se aproximaron a él y lo rodearon pidió urgentemente agua.

Las mujeres empezaron a mirarlo con detenimiento y comenzaron a preguntarse cómo querría el hombre que le sirviera el agua. ¿Preferiría en copa de cristal o en una taza?¿en un recipiente de oro o de plata?¿tal vez en una jarra?

 Ellas hablaban y hablaban... interesándose por el objetoperoentretanto... el hombre iba agonizando por la ausencia de agua."

 Relato de la tradición Hindú


miércoles, 15 de febrero de 2012

Una broma del maestro



Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable a la vez que extravagante. La verdad es que ese hombre les llamaba la atención al mismo tiempo que los confundía. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar. El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en pasar un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:

--Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?

--No -contestaron.

--En ese caso -dijo-, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.

Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo.

El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:

--¿Sabéis de qué voy a hablaros?

--Sí, lo sabemos -repusieron los aldeanos.

--Siendo así -dijo el santo-, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.

Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación.

No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:

--¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?

No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:

--Algunos lo sabemos y otros no.

Y el hombre santo dijo:

--En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben.

Dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.

Sin acritud, 
pero con firmeza, 
el ser humano debe velar por sí mismo.


martes, 14 de febrero de 2012

Pureza de Corazón



Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. Un día, el anciano tomó una barca y se desplazó hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición del mismo. Agradecido, el anciano volvió a tomar la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El anciano se sentía muy feliz con el mantra.

Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.

Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:

--Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?

El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra.

Lleno de orgullo, se dijo interiormente: "Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra". Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las aguas.

No hay mayor logro 
que la pureza de corazón. 
¿Qué no puede obtenerse 
con un corazón limpio?


lunes, 13 de febrero de 2012

El trueque




Una vez, en el cruce de un camino, un Poeta pobre encontró a un rico Estúpido, y conversaron. Y todo lo que decían revelaba el descontento de ambos.

Entonces el Ángel del Camino se acercó y posó su mano sobre el hombro de los dos hombres. Y, créanlo, un milagro se produjo; ambos intercambiaron sus posesiones.

Y se alejaron. Pero, cosa difícil de relatar, el Poeta miró y encontró sólo arena seca en sus manos; y el Estúpido cerró los ojos y sintió nada más que nubes en su corazón.




domingo, 12 de febrero de 2012

El río



En el valle de Kadisha, donde fluye el majestuoso río, dos pequeñas corrientes se encontraron y conversaron.

Una corriente dijo:

-¿Cómo has llegado, amiga mía, y cómo ha sido tu camino?

Y la otra contestó:

-Mi camino fue de lo más embarazoso. La rueda del molino se había roto y el granjero que me conducía desde el cauce hasta sus plantas murió. Y hube de bajar forcejeando y filtrándome por la suciedad de aquellos que no hacen nada más que sentarse y cocer su pereza al sol. ¿Y cómo fue tu camino, hermana mía?

-Mi camino fue diferente -respondió la otra corriente-. Bajé de las colinas entre flores fragantes y tímidos sauces; hombres y mujeres bebían de mí con copas de plata y los niños remojaban sus piececitos rosados en mis orillas, y todo era risa alrededor de mí, y dulces canciones. ¡Qué pena que tu camino no haya sido feliz!

En ese momento el río habló con voz potente:

-Vengan, vengan, iremos hacia el mar. Vengan, vengan, pues en mí olvidarán sus caminos errantes, tristes o alegres. Vengan, vengan. Y ustedes y yo olvidaremos todo cuando hayamos alcanzado el corazón de nuestra madre, la mar.


sábado, 11 de febrero de 2012

El rey sabio



Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.

Había también en el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.

Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:

-Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco.

A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.

Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:

-El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo.

Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.

Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.


viernes, 10 de febrero de 2012

El rey



La gente del Reino de Sadik rodeó el palacio de su rey gritando en rebelión contra él. Y el rey descendió la escalera del palacio portando su corona en una mano y su cetro en la otra. La majestuosidad de su presencia silenció a la multitud, y, deteniéndose frente a ellos, dijo:

-Amigos míos, puesto que no son más mis súbditos he aquí que restituyo mi corona y mi cetro. Seré uno de ustedes. Soy solamente un hombre más, como tal trabajaré junto a ustedes y nuestra tierra crecerá mejor. No existe necesidad de un rey. Vayamos, pues, a los campos y viñedos y trabajaremos lado a lado. Sólo deben indicarme a qué prado o viñedo debo dirigirme. Todos ustedes son ahora el rey.

Y el pueblo se maravilló, y el silencio los cubrió; pues el rey, a quien juzgaran la causa de su descontento, les restituía la corona y el cetro, y se transformaba en uno de ellos.

Luego todos y cada uno siguieron su camino, y el rey se dirigió al prado acompañado por un hombre.

Mas, el Reino de Sadik no marchaba sin un rey, y el velo de descontento aún permanecía sobre la tierra. La gente gritaba en el mercado diciendo que debían ser gobernados y que debían tener un rey que los dirigiera. Y los ancianos y los jóvenes decían al unísono:

-Tendremos nuestro rey.

Y buscaron al rey y lo encontraron afanándose en el campo, y lo llevaron hasta su trono devolviéndole la corona y el cetro. Y así hablaron:

-Ahora gobiérnanos con grandeza y justicia.

Entonces llegaron hasta su presencia hombres y mujeres para hablarle sobre un barón que los maltrataba y de quien eran sólo esclavos. De inmediato el rey llamó al barón junto a él y le dijo:

-La vida de un hombre pesa como la vida de cualquier otro en la escala de Dios. Y porque tú no sabes pesar la vida de quienes trabajan tus tierras y tus viñedos quedas desterrado y abandonarás este reino para siempre.

Al día siguiente llegó otro grupo hasta el rey y habló de la cruel condesa del otro lado de las colinas, y de cómo los había conducido a la miseria. De inmediato la condesa fue traída hasta la corte y el rey también la sentenció al destierro diciendo:

-Aquéllos que labran nuestros campos y cuidan nuestros viñedos son más nobles que nosotros, quienes comemos el pan preparado por ellos y bebemos el vino de sus lagares. Y porque tú no lo sabes, dejarás esta tierra y vivirás lejos de este reino.

Luego vinieron hombres y mujeres diciendo que el obispo les hacía traer piedras y esculpirlas para la catedral, mas no les había pagado pese a que el cofre del obispo se hallaba repleto de oro y plata, mientras ellos mismos se encontraban vacíos y hambrientos.

El rey requirió la presencia del obispo, y cuando lo tuvo frente a sí, dijo:

-Esa cruz que usas sobre tu pecho debería significar dar vida a la vida. Mas, tú has tomado la vida y devuelto nada, por lo que abandonarás este reino para nunca regresar.

Y así cada día, hasta el tiempo de luna llena, hombres y mujeres llegaban hasta el rey para contarle sobre las cargas que pesaban sobre ellos. Y cada día, y todos los días de una luna entera, algún opresor era exiliado de esta tierra.

El pueblo de Sadik estaba maravillado, y había alegría en sus corazones.

Y cierto día los ancianos y los jóvenes rodearon la torre del rey y pidieron por él. Él descendió llevando la corona en una mano y el cetro en la otra.

-Y ahora -les dijo-, ¿qué quieren de mí? Tengan, les devuelvo lo que ustedes quisieron que yo tuviera.

-¡No, no! -gritaron ellos-. Tú eres nuestro legítimo rey. Has limpiado la tierra de víboras y reducido los lobos a la nada. Hemos venido a cantarte nuestro agradecimiento. La corona es suya en majestad y el cetro es suyo en gloria.

-¡Yo no! -respondió el rey-. ¡Yo no! Ustedes mismos son el rey. Cuando me juzgaron incapaz y mal gobernante, ustedes mismos eran incapaces e ingobernables. Y ahora la tierra crece bien porque está en la voluntad de ustedes hacerlo. Yo no existo sino en sus acciones. No existe una persona gobernante. Existen sólo los que se gobiernan a sí mismos.

El rey retornó a la torre con su corona y su cetro. Y los ancianos y los jóvenes tomaron diferentes caminos sintiéndose felices.

Y cada uno de ellos se imaginó a sí mismo un rey con la corona en una mano y el cetro en la otra.


jueves, 9 de febrero de 2012

El relámpago



Un día de tormenta estaba un obispo cristiano en su catedral, y se le acercó una mujer no cristiana y le dijo:

-Yo no soy cristiana. ¿Existe salvación del fuego del infierno para mí?

El obispo miró y respondió:

-No, sólo se salvan los bautizados en el agua y en el espíritu.

Y mientras aún hablaba, un rayo cayó con estruendo sobre la catedral, y ésta fue invadida por el fuego.

Y los hombres de la ciudad llegaron corriendo y salvaron a la mujer, pero el obispo se consumió, alimento del fuego.


miércoles, 8 de febrero de 2012

El otro vagabundo



Una vez encontré a otro hombre en el camino. Él también era un poco loco, y me habló así:

-Soy un vagabundo. Muchas veces parece que caminara por la tierra en medio de pigmeos. Y porque mi cabeza está a setenta pies más lejos de la tierra que las suyas, creo pensamientos más elevados y más libres.

"Pero en verdad no camino entre los hombres sino sobre ellos. Y todo lo que pueden ver de mí son mis pisadas en sus campos abiertos.

"Y varias veces los escuché discutir sobre la forma y tamaño de mis pisadas. Pues, hay algunos que dicen: 'Son las huellas de un mamut que vagara por la tierra tiempo ha'. Y otros dicen: 'No, son lugares donde cayeron meteoros desde las estrellas distantes'.

"Pero tú, amigo mío, sabes muy bien que no son nada más que pisadas de un vagabundo."


martes, 7 de febrero de 2012

Se como un muerto



Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:

--Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.

El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.

--¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.

--Nada dijeron.

--En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.

El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:

--¿Qué te han respondido los muertos?

--De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.

Y el maestro concluyó:

--Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.


Quien hoy te halaga, 
mañana te puede insultar 
y quien hoy te insulta, 
mañana te puede halagar. 
No seas como una hoja 
a merced del viento 
de los halagos e insultos. 
Permanece en ti mismo 
más allá de unos y de otros.


lunes, 6 de febrero de 2012

El oro



Cierto día, dos hombres que se encontraron en la ruta caminaban junto hacia Salamis, la Ciudad de las Columnas. Al mediodía llegaron hasta un ancho río sin puente para cruzarlo. Debían nadar o buscar alguna otra ruta que desconocían.

Y se dijeron: "Nademos. Después de todo el río no es tan ancho". Y se zambulleron y nadaron.

Y uno de los hombres, el que siempre supo de ríos y rutas de ríos, de pronto, en el medio de la corriente, comenzó a perderse y a ser arrastrado por las impetuosas aguas; mientras, el otro, que nunca antes había nadado, cruzó el río en línea recta y se detuvo sobre un banco. Entonces, viendo a su compañero luchando aún con la corriente, se arrojó otra vez al agua y lo trajo a salvo hasta la orilla.

Y el hombre que había sido arrastrado por la corriente dijo:

-¿No habías dicho que no podías nadar? ¿Cómo es que cruzaste el río con tanta seguridad?

-Amigo -explicó el segundo hombre-, ¿ves este cinturón que me ciñe? Está lleno de monedas de oro que gané para mi esposa y mis hijos, todo un año de trabajo. Es el peso de este cinturón el que me condujo a través del río, hacia mi esposa y mis hijos. Y mi esposa y mis hijos estaban sobre mis hombros mientras yo nadaba.

Y los dos hombres continuaron su camino juntos hacia Salamis.


domingo, 5 de febrero de 2012

El diamante




Cuentan que una vez un hombre caminaba por la playa en una noche de 
luna llena. Pensaba de esta forma:

"Si tuviera un auto nuevo, sería feliz"

"Si tuviera una casa grande, sería feliz"

"Si tuviera un excelente trabajo, sería feliz"

En ese momento, tropezó con un bolsita llena de piedras y empezó a 
tirarlas una por una al mar cada vez que decía: "Sería feliz si
tuviera…."

Así lo hizo hasta que solamente quedaba una piedrita en la bolsa, la 
cual guardó. Al llegar a su casa se dio cuenta de que aquella 
piedrita era un diamante muy valioso.

Cuántos de nosotros pasamos arrojando nuestros preciosos tesoros por 
estar soñando con cosas lujosas. Cada uno de nuestros días es un 
diamante precioso, valioso e irremplazable.

Depende de tí aprovecharlo o lanzarlo al mar del olvido para nunca 
más poder recuperarlo.






sábado, 4 de febrero de 2012

Dejar Huella



Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de la huella que cada uno de ellos había dejado. Llamó a cada uno de los estudiantes al frente de la clase, uno por uno. Primero, les contó a cada uno como habían hecho huella en la vida de ella, y en la de la clase. Luego presentó a cada uno, con una cinta azul, impresa con letras doradas, en la cual se leía, “Quien soy deja huella.”

Al final, la maestra decidió hacer un proyecto de clase, para ver el impacto que el reconocimiento tendría en una comunidad. Les dio a cada uno, tres cintas azules más, y les pidió que fueran y extendieran esta ceremonia de reconocimiento. Luego deberían seguir los resultados, ver quién premió a quién, e informar a la clase al cabo de una semana.

Uno de los alumnos, fue a ver a un joven ejecutivo de una industria cercana, y lo premió por ayudarle con la planificación de su carrera. Le dio una cinta azul, y la adhirió a su camisa. Luego le dio las dos cintas extras y le dijo, “estamos haciendo un proyecto en clase de... “reconocimiento”, y nos gustaría que usted encontrara a alguien a quién premiar, y le de una cinta azul. Más tarde ese mismo día, el joven ejecutivo fue a ver a su jefe, quien tenía reputación de ser una persona amargada, y le dijo que él lo admiraba profundamente por ser un genio creativo.

El jefe pareció estar muy sorprendido. El joven ejecutivo le preguntó si el aceptaría el regalo de la cinta azul, y darle permiso de ponerla en la camisa. El jefe dijo,”Bueno, !claro!” 

El joven ejecutivo tomó una de las cintas azules y la puso en la chaqueta del jefe, sobre su corazón.

Y le preguntó, ofreciéndole la ultima cinta, “¿Podría tomar está cinta extra, y pasarla premiando a alguien más?”

El estudiante que me dio estas cintas está haciendo un proyecto de clase, y queremos continuar esta ceremonia de reconocimiento y ver como afecta a la gente. Esa noche, el jefe llegó a casa y se sentó con su hijo de 14 años, y le dijo “hoy me pasó algo increíble” estaba en mi oficina, y uno de mis empleados vino y me dijo que me admiraba, y me dio una cinta azul por ser un genio creativo. ¡Imagínate! ¡El piensa que yo soy un genio creativo!

Luego me puso una cinta azul que dice, “Quien soy deja huella.” Me dio una cinta extra y me pidió que encontrara a alguien más a quién premiar. Cuando estaba conduciendo a casa esta noche, Empecé a pensar a quién pudiera premiar con esta cinta, y pensé en ti. Quiero premiarte a ti.

Mis días son muy agitados y cuando vengo a casa, No te pongo mucha atención. Te grito por no tener buenas notas y por el desorden en tu habitación. De alguna forma, esta noche, solo quería sentarme aquí y, bien, hacerte saber que tu me importas. Tú y tu madre sois las personas más importantes en mi vida. ¡Eres un gran muchacho, y te quiero! El muchacho sorprendido empezó a sollozar y a llorar, no pudo parar. Todo su cuerpo temblaba.

Miró a su padre y entre lágrimas dijo, “Papá, hace un rato me senté en mi habitación y escribí una carta para ti y mamá, explicando porque me había quitado mi vida, y les pedía que me perdonaran.” Me iba a suicidar esta noche después de que vosotros os durmierais. Yo pensé que a vosotros no les importaba. La carta está arriba. No creo que la vaya a necesitar después de todo esto. Su padre subió al segundo piso y encontró la carta, sincera y llena de angustia y dolor. El jefe regresó al trabajo totalmente cambiado. Ya no estaba amargado, pero se aseguró de hacer saber a todos sus empleados que ellos hacen diferencia.

El joven ejecutivo ayudó a mucho otros jóvenes con la planificación de sus carreras, uno de ellos era el hijo del jefe, y nunca se olvidó de recordarles que ellos dejaban huella en su vida. Por añadidura, el joven y sus compañeros de clase aprendieron una lección muy valiosa. “Quien soy, deja huella”.

Swappuri Monje 

viernes, 3 de febrero de 2012

El loco



En el jardín de un hospicio conocí a un joven de rostro pálido y hermoso, allí internado.

Y sentándome junto a él sobre el banco, le pregunté:

-¿Por qué estás aquí?

Me miró asombrado y respondió:

-Es una pregunta inadecuada; sin embargo, contestaré. Mi padre quiso hacer de mí una reproducción de sí mismo; también mi tío. Mi madre deseaba que fuera la imagen de su ilustre padre. Mi hermana mostraba a su esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir. Mi hermano pensaba que debía ser como él, un excelente atleta. Y mis profesores, como el doctor de filosofía, el de música y el de lógica, ellos también fueron terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un espejo. Por eso vine a este lugar. Lo encontré más sano. Al menos puedo ser yo mismo.

Enseguida se volvió hacia mí y dijo:

-Pero dime, ¿te condujeron a este lugar la educación y el buen consejo?

-No, soy un visitante -respondí.

-Oh -añadió el- tú eres uno de los que vive en el hospicio del otro lado de la pared.