Estoy en la parada del autobús esperando a que venga. Acabo de hacer una llamada por el móvil y me lo meto en el bolsillo. Dos chicos jóvenes están de pie a mi lado y se están diciendo algo mirándome a mí. Por fin uno de ellos se me acerca y me dice: “Señor, ¿podría usted hacernos un favor? Tenemos que hacer una llamada urgente y nos hemos quedado sin batería. ¿Podría dejarnos su móvil por un momento?”
Yo dudo un instante. Podría ser una buena maniobra para hacerse con mi móvil. Conozco tales casos. Les doy mi teléfono, se echan a correr, hacen todas las llamadas que quieran a todos los sitios que quieran antes de que yo pueda avisar a la telefónica que lo desconecten, y luego lo tiran. Yo tengo que pagar por sus llamadas y comprarme otro móvil. Pero debo de ser muy inocente porque sí les dejé el teléfono y lo puse en sus manos. Ellos se miraron el uno al otro y me explicaron: “Era solo una apuesta entre nosotros dos. Yo le había apostado a mi amigo que aún existe gente buena que nos dejarían su móvil para una llamada si se lo pedíamos sin conocerlos, cosa que él negaba. Bueno, he ganado la apuesta.”
Los tres nos reímos. Me quedo con que soy de la buena gente que aún queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario