Hubo una vez una nube muy grande que se llamaba la Razón y tuvo dos hijos a los que llamó Odio y Amor. Mamá la Razón era muy feliz con sus hijitos pues aunque se la pasaban discutiendo por todo, eran demasiado pequeños para hacerse daño y a ella le hacía mucha gracia verlos pelearse por todo y luego seguir jugando como si nada.
Mamá la Razón era muy grande y poderosa y cuando internvenía, todo volvía a estar en su sitio. Además de ser la más grande de las nubes, era algo rara: luminosa, brillaba por sí misma y por mucho que trataran de opacarla, y aún sin proponérselo, su luz se filtraba a través de todas las cosas.
Sus queridos hijos fueron creciendo sin que ella, ocupada en muchas cosas importantes, se diera apenas cuenta. Odio fue creciendo deforme y huraño; mamá la Razón empezó entonces a preocuparse.
Un día escuchó a dos de sus mejores amigas discutir muy, muy alto; una por Odio y otra por Amor. Qué triste estaba; era verdad que Odio era feo y violento; pero Amor, tan grande y bello, no era menos cruel en la pelea; era capaz de tanto daño aún sin darse cuenta como el mismo Odio. Por eso, despues de meditar mucho, porque debes saber que mamá la Razón nunca actúa impulsivamente, por el contrario, se toma todo su tiempo, el que sea necesario para obrar correctamente; y así fue como después de pensar muy bien lo que debía hacer y decir, se dirigió a sus buenas amigas y les dijo así:
"No tienen por qué pelearse. La verdad es la que siempre resaltará. Verdad es que Odio ha crecido feo y retorcido, pero Amor es demasiado grande para ser vencido por Odio y aún en Odio, con todo lo feo que parezca, hay algo digno, algo hermoso y quizás justo. Amor quizás por ser tan grande y saberse poderoso, a veces se vuelve eogista y avaricioso".
Y así fue como la Razón se impuso, y siguió brillando sobre Odio y Amor.
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