En el techo del mundo, o sea en el Tibet, un peregrino, con motivo de una larga peregrinación a uno de los santuarios más sagrados, encontró tres cráneos.
La noticia se extendió por todas las partes y llegó hasta el rey. Los tres cráneos se habían encontrado juntos y nadie sabía de su procedencia. El rey sintió gran curiosidad por el suceso y ordenó que le trajeran los cráneos. Los colocó ante sí, los observó y se preguntó:
- ¿A Quiénes pertenecían estos cráneos?
- ¿Qué clase de personas serían sus propietarios?
Quedó pensativo y se dijo:
- Me gustaría saber cual de las tres personas era la más bondadosa?
El monarca era un hombre joven, que valoraba la benevolencia en los seres humanos. Aquellos cráneos le intrigaban. ¿Cómo investigar algo sobre ellos? Entonces le hablaron de un lama-médico forense.
- Hacedle venir – ordenó el rey
- Quiero ver a ese lama-médico lo antes posible.
Unos días después, procedente de su monasterio en remotas tierras del país de las Nieves, llegó el lama-médico.
- Tengo conocimiento de que eres no sólo un piadoso lama, sino un gran forense. No te voy a entregar una tarea fácil, pero confío en ti. Mira estos tres cráneos. Los encontró un peregrino en una de sus peregrinaciones. Estaban juntos y yo no he podido dejar de preguntarme cuál de ellos pertenecía a la mejor persona de las tres. ¿Podrías averiguarlo?
- Necesito unos días, majestad – dijo el lama seriamente.
- En ese tiempo espero poder traeros una respuesta que os satisfaga.
- También yo lo espero – concluyó el rey.
El lama-médico se llevó los cráneos con él. Durante unos días se encerró en la celda de un monasterio a investigar minuciosamente sobre los mismos. En principio no era una tarea sencilla.
Unos días después, el lama-médico acudió a visitar al monarca. El rey no podía disimular su impaciencia.
- Has descubierto algo? – se apresuró a preguntar
- Sí, señor, tengo la respuesta.
Colocó los tres cráneos sobre una mesa y señaló uno de ellos.
- Éste, seguro, era el cráneo de la persona más bondadosa.
- ¿Seguro? – preguntó escéptico el rey.
- Quiero una explicación convincente.
El lama-médico se expresó así:
- Cogí uno de los cráneos y pasé un alambre por uno de los oídos y observé que el alambre salía directamente por el otro oído. Sin duda se trataba de una persona a la que lo escuchado a los demás le entraba por un oído y le salía por el otro.
El médico retiró ese cráneo y añadió:
- Mirad majestad, este otro cráneo. Lo investigué a fondo. Introduje un alambre por el oído y el mismo salió directamente por la boca. Era el cráneo de una persona que, indiscretamente, contaba en el acto todo lo que había escuchado.
El monarca no pude reprimir la risa. Luego se puso serio y le dijo:
- ¿Y el tercer cráneo?
El lama-médico tomó entre sus manos el tercer cráneo y añadió:
- Señor, este cráneo es el que pertenecía a la persona más bondadosa
- ¿Por qué? Os lo explicaré.
- Recurrí de nuevo a la prueba del alambre.
- Inserté el alambre por uno de los oídos y éste apareció por el corazón. Así se evidencia que esta persona escuchaba con amor a los demás y sabía guardar sus secretos. No era solamente la más bondadosa, sino también la más sabia y prudente.
El monarca, muy complacido, dijo:
- Si eres tan buen lama como forense, no dudo de que alcanzarás la iluminación.
El lama-médico no quiso ninguna recompensa. En una humilde mulilla regresó a su monasterio.
La bondad impregna pensamientos, palabras y obras.
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