El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna. Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día. Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero. Pero el barbero le gritó: «¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?». A veces se oye decir a la gente: «Señor, he hecho mucho por Ti. ¿Qué recompensa me vas a dar?». Anthony de Mello |
viernes, 11 de febrero de 2011
Joneyed y el barbero
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