Una vez llegó un profeta a una ciudad
con el fin de convertir a sus habitantes.
Al principio la gente le escuchaba cuando hablaba,
pero poco a poco se fueron apartando,
hasta que no hubo nadie
que escuchara las palabras del profeta.
Cierto día, un viajante le dijo al profeta:
«¿Por qué sigues predicando?
¿No ves que tu misión es imposible?».
Y el profeta le respondió:
«Al principio tenía la esperanza
de poder cambiarlos.
Pero si ahora sigo gritando
es únicamente para que no me cambien ellos a mí»
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