miércoles, 27 de abril de 2011

El perro que perdió su hueso


El viejo perro sujetaba firmemente su grande y carnoso hueso entre las mandíbulas y empezó a cruzar el angosto puente que llevaba al otro lado del arroyo. No había llegado muy lejos cuando miró y vio lo que parecía ser otro perro en el agua, allá abajo. Y, cosa extraña, aquel perro también llevaba un enorme hueso.

No satisfecho con su excelente cena, el perro, que era voraz, decidió que podía, quizá, tener ambos huesos. Entonces, gruñó y lanzó un amenazador ladrido al perro del agua y, al hacerlo, dejó caer su propio hueso en el denso barro del fondo del arroyo. Cuando el hueso cayó, con un chapoteo, el segundo perro desapareció..., porque, desde luego, sólo era un reflejo.

Melancólicamente, el pobre animal vio cómo se esfumaban los rizos del agua y luego, con el rabo entre las patas, volvió a su casa hambriento. ¡Estúpido! Había soltado algo que era real, por tratar de conseguir lo que sólo era una sombra.

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