Dos amigos emprendieron una excursión. Al llegar la noche se echaron a dormir uno al lado del otro. Uno de ellos soñó que habían tomado un barco y habían naufragado en una isla.
Al despertar, comenzó a preguntarle a su compañero si recordaba la travesía, el barco y la isla. Se quedó atónito cuando el amigo le explicó que él no había tenido el mismo sueño.
No podía creerlo. Pero ¡si era un sueño increíble! Se negaba a aceptar que el amigo no recordara la travesía, el barco y la isla.
El Maestro dice:
La persona común,
atrapada en la cárcel de su ego,
proyecta sobre los otros sus propios autoengaños.
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