Eran muchos los pupilos que practicaban la meditación con el maestro zen Sengai. Uno de ellos solía levantarse por la noche, escalaba el muro del monasterio y marchaba a divertirse a la ciudad.
En cierta ocasión, yendo de inspección por los dormitorios, Sengai descubrió que faltaba uno de los monjes. Encontró también el taburete del que se servía el fugitivo para escalar el muro. Sengai lo quitó entonces de su sitio y ocupó su lugar.
Cuando el monje volvió, creyendo que se apoyaba en el taburete, pisó con fuerza sobre la cabeza del maestro y saltó al patio del monasterio. Al reparar en lo que había hecho, se quedó horrorizado.
Sengai le dijo: “Hace bastante frío a estas horas. Ten cuidado, no vayas a coger un resfriado”.
Después de este incidente, el monje no volvió a salir nunca por las noches.
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