sábado, 16 de julio de 2011

El lugar de la reunión




Cierto día salieron a pasear juntas por un lugar, donde se celebraba una hermosa fiesta, la Ciencia, la Fortuna, la Resignación, la Honradez. En el camino dijo la Ciencia: Amigas, como puede darse el caso de que nos perdamos unas de otras en la fiesta, es bueno convenir el lugar donde podamos encontrarnos de nuevo: a mí podéis encontrarme en la Biblioteca de aquel sabio médico, el doctor X que, como sabéis, es uno de mis viejos y mejores amigos. 

La Fortuna dijo: --Yo me iré a esperarlas en el lujoso palacio de aquel poderoso millonario a quien, como sabéis, siempre acompaño. 

La Resignación dijo a su vez: --A mí me encontraréis en la pobre y triste choza de aquel viejecito a quien con tanta frecuencia veo, y quien, sin exhalar jamás una queja, ha vivido tantos años sufriendo los horrores de su negra suerte. 

Como notasen las compañeras que la Honradez se mantenía callada, le preguntaron: --A ti, amiga, ¿donde te encontraremos? 

La Honradez, bajando tristemente la frente, respondió: --A mí, quien una vez me pierde, difícilmente me vuelve a encontrar. 





UN HOMBRE DE NEGOCIOS 

Un hombre de negocios norteamericano estaba en el embarcadero de un pueblecito costero de 
México cuando llegó una barca con un solo tripulante y varios soberbios atunes. 

El norteamericano felicitó al mexicano por la calidad del pescado y le preguntó cuánto tiempo había tardado en pescarlo. 

El mexicano replicó: 
- Oh, sólo un ratito. 

Entonces el norteamericano le preguntó por qué no se habia quedado más tiempo para coger más peces. El mexicano dijo que ya tenía suficiente para las necesidades de su familia. 

El norteamericano volvió a preguntar: 
- ¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo? 

El mexicano contestó: 

- Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor. 

El norteamericano dijo con tono burlón: 

- Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. 

Con los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca. En vez de vender su captura a un intermediado, se la podría vender al mayorista; incluso podría llegar a tener su propia fábrica de conservas. 

Controlaría el producto, el proceso industrial y la comercialización.
Tendría que irse de esta aldea y mudarse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y finalmente a Nueva York, donde dirigiría su propia empresa en expansión. 

- Pero, señor, ¿Cuánto tiempo tardaría todo eso? 
- De quince a veinte años. 
- Y luego ¿qué? 

El norteamericano soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte: 

- Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa y hacerse muy rico. Ganaría millones. 

- ¿Millones, señor? Y luego ¿que? 

- Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, hacer la siesta con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas y tocar la guitarra con sus amigos. 

- Pero, señor, perdería entre quince y veinte años para hacer lo mismo que estoy haciendo en este momento. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario