sábado, 30 de junio de 2012

Rumores



El discípulo no podía reprimir las ganas que tenía de contarle al Maestro el rumor que había oído en el mercado.

- Aguarda un minuto, dijo el Maestro.

- Lo que piensas contarnos ¿es verdad?

- No lo creo.

- ¿Es útil?

- No, no lo es.

- ¿Es divertido?

- No.

- Entonces, ¿por qué tenemos que oírlo?

Anthony de Mello

viernes, 29 de junio de 2012

Sobre la arena



Dijo un hombre a otro:
- Con la marea alta, hace mucho tiempo, escribí con mi cayado unas líneas en la arena.
- Y la gente aún se detiene para leerlas y cuida mucho de que no se borren.

Y el otro hombre dijo:
- Yo también escribí unas líneas en la arena, pero lo hice durante la marea baja.
- Y las olas del inmenso mar las borraron y breve fue su vida.
- Pero dime; ¿qué fue lo que tú escribiste?

Y el primer hombre respondió:
- Escribí: Soy lo que soy.
- ¿Y tú, qué escribiste?

Y el otro hombre dijo:
- Escribí esto: Soy sólo una gota de este mar inmenso.

Cuento del libro “El Vagabundo” de Gibrán Jalil Gibrán.


jueves, 28 de junio de 2012

Metáfora de la carreta vacía



Alejandra caminaba con su padre cuando éste, de repente, se detuvo en una curva del camino. Después de un breve silencio le preguntó:

- Además del cantar de los pájaros, ¿qué oyes Alejandra?

La niña paró, aguzando sus oídos. Después de unos segundos respondió:

- Papá, estoy oyendo el ruido de una carreta que se acerca.

- Muy bien – respondió su padre -. Tienes razón, se está acercando una carreta vacía.

Alejandra, asombrada, preguntó a su padre:

- ¿Cómo sabes que es una carreta vacía si aún no la has visto?

Entonces el padre respondió:

- Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido que hace. Cuanto más vacía está la carreta, mayor ruido hace.

Alejandra se convirtió en adulta y, siempre que veía una persona interrumpiendo una conversación y hablando demasiado de sí misma, de forma inoportuna o violenta, o presumiendo de lo que poseía, tenía la impresión de oír la voz de su padre diciendo:

- Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace.


miércoles, 27 de junio de 2012

¿Y si se escapan?



Una maestra de párvulos, observó que una niña de su clase se hallaba extrañamente triste y pensativa.

- ¿Qué es lo que te preocupa? – la preguntó.

Ella respondió:

- ¡Mis padres!

- Papá se pasa el día trabajando para que yo pueda vestirme, alimentarme y venir a la mejor escuela de la ciudad. Además hace horas extras para poderme enviar algún día a la universidad. Y mi mamá pasa el día cocinando, limpiando, planchando y haciendo compras para que yo no tenga de qué preocuparme.

- Entonces, ¿cuál es el problema? – dijo la profesora.

- Tengo miedo de que traten de escaparse – dijo la niña.

Fuente: un cuento adaptado de Anthony de Mello del libro “Aplícate el Cuento” de Jaume Soler y M. Mercè Conangla

martes, 26 de junio de 2012

Parábola de la vida



Un autobús lleno de turistas atraviesa una región muy bonita llena de lagos, montañas, ríos y praderas.

Pero las cortinas del autobús están cerradas, y los turistas, que no tienen la menor idea de lo que hay al otro lado de las ventanillas, se pasan el viaje discutiendo sobre quién debe ocupar el mejor asiento del autobús, a quién hay que aplaudir, quién es más digno de consideración …

Y así siguen hasta el final del viaje.

Maestro: ¡el viaje es el destino! … si no vives en el ahora perderás gran parte de tu vida.


lunes, 25 de junio de 2012



Carla Coletas era una niña buena, un poco callada y reservada. No hablaba mucho, en parte por vergüenza, y en parte también porque a veces no sentía que tuviera nada interesante que decir. Pero el año que Carla y su familia se cambiaron de casa, todo eso cambió.
Cuando llegó a la nueva casa, Carla descubrió un gran desván lleno de trastos viejos, al fondo del cual había un gran baúl en el que encontró todo tipo de cosas extrañas; y al fondo, debajo de todas ellas, encontró algo especial: era un libro antiguo, con las tapas muy gruesas y pesadas, escrito con letras doradas. Pero lo que lo hacía especial de verdad, era que podía brillar en la oscuridad y que de la forma más fantástica y mágica, el libro flotaba en el aire, y no necesitaba estar apoyado.

Carla llevó el libro a su cuarto y lo escondió hasta la noche, poniendo a su perrito a vigilar. Y cuando estuvo segura de que no vendría nadie, se sentó junto a su perro y comenzó a leer. Era un libro de cuentos, pero casi no pudo leer nada porque al poco su perro comenzó a hablarle:

- ¡Qué libro más interesante has encontrado!, tiene unos cuentos muy bonitos!
Carla no se lo podía creer, pero su perro seguía hablando con ella, contándole cosas y haciéndole mil preguntas. Finalmente, la niña pudo reaccionar y preguntar

-Pero, ¿cómo es que estás hablando?

- No lo sé- dijo el perro ahora yo sólo digo lo que antes pensaba... para mí no ha cambiado mucho, pero supongo que habrá sido este libro raro.

Carla decidió investigar el asunto, y se le ocurrió enseñar el libro a otros animales. Uno tras otro, todos comenzaban a hablar, y en poco tiempo, Carla estaba charlando amistosamente con un perro, tres gatos, dos palomas, un periquito y cinco lagartijas. Todos ellos hablaban como si lo hubieran hecho durante toda la vida, y ¡todos decían cosas interesantísimas!¡Claro, chica!, le decía el lagartijo Pipón, ¡todos tenemos una vida increíble!

Durante algunos días, Carla Coletas estuvo charlando y charlando con sus nuevos amigos, y disfrutaba de veras haciéndolo, pero un día, sin saber ni cómo, el libro desapareció, y con él también lo hicieron sus amigos los animales con sus voces. Carla buscó por todas partes, pero no hubo forma de encontrarlo, y a los pocos días, echaba tanto de menos las animadas charlas con sus amigos, que no podía pensar en otra cosa.

Entonces recordó lo que le había dicho Pipón, y pensó que ella casi no hablaba nunca con sus compañeros del cole y otros niños, y ¡seguro que todos tenían una vida increíble!. Así que desde aquel día, poquito a poco, Carla fue hablando más y más con sus compañeros, tratando de saber algo más de sus increíbles vidas, y resultó que, sin apenas darse cuenta, tenía más amigos que ningún otro niño; y ya nunca más le faltó gente con la que disfrutar de una buena charla.


domingo, 24 de junio de 2012

El misterioso ladrón de ladrones



Caco Malako era ladrón de profesión. Robaba casi cualquier cosa, pero era tan habilidoso, que nunca lo habían pillado. Así que hacía una vida completamente normal, y pasaba por ser un respetable comerciante. Robara poco o robara mucho, Caco nunca se había preocupado demasiado por sus víctimas; pero todo eso cambió la noche que robaron en su casa.

Era lo último que habría esperado, pero cuando no encontró muchas de sus cosas, y vio todo revuelto, se puso verdaderamente furioso, y corrió todo indignado a contárselo a la policía. Y eso que era tan ladrón, que al entrar en la comisaría sintió una alergia tremenda, y picores por todo el cuerpo.

¡Ay! ¡Menuda rabia daba sentirse robado siendo él mismo el verdadero ladrón del barrio! Caco comenzó a sospechar de todo y de todos. ¿Sería Don Tomás, el panadero? ¿Cómo podría haberse enterado de que Caco le quitaba dos pasteles todos los domingos? ¿Y si fuera Doña Emilia, que había descubierto que llevaba años robándole las flores de su ventana y ahora había decidido vengarse de Caco? Y así con todo el mundo, hasta tal punto que Caco veía un ladrón detrás de cada sonrisa y cada saludo.

Tras unos cuantos días en que apenas pudo dormir de tanta rabia, Caco comenzó a tranquilizarse y olvidar lo sucedido. Pero su calma no duró nada: la noche siguiente, volvieron a robarle mientras dormía.

Rojo de ira, volvió a hablar con la policía, y viendo su insistencia en atrapar al culpable, le propusieron instalar una cámara en su casa para pillar al ladrón con las manos en la masa. Era una cámara modernísima que aún estaba en pruebas, capaz de activarse con los ruidos del ladrón, y seguirlo hasta su guarida.

Pasaron unas cuantas noches antes de que el ladrón volviera a actuar. Pero una mañana muy temprano el inspector llamó a Caco entusiasmado:

- ¡Venga corriendo a ver la cinta, señor Caco! ¡Hemos pillado al ladrón!

Caco saltó de la cama y salió volando hacia la comisaría. Nada más entrar, diez policías se le echaron encima y le pusieron las esposas, mientras el resto no paraba de reír alrededor de un televisor. En la imagen podía verse claramente a Caco Malako sonámbulo, robándose a sí mismo, y ocultando todas sus cosas en el mismo escondite en que había guardado cuanto había robado a sus demás vecinos durante años... casi tantos, como los que le tocaría pasar en la cárcel.

sábado, 23 de junio de 2012






Suerte era el nombre de una bruja malvada y caprichosa. Tanto daño hacía con sus hechizos, que todos temían que “la Mala Suerte” pasara siquiera cerca de sus casas. Constantemente trataban de esconderse de ella, ocultándose en cualquier lugar.

Pero una noche, un joven decidió salir a su encuentro. Cuando la bruja lo vio llegar tan decidido y valiente, le preguntó sorprendida:


- ¿A dónde vas tan tarde, joven? ¿Cómo es que no tienes miedo?
Es que voy en busca de una bruja. La llaman la Buena Suerte- respondió el muchacho.
- Te equivocas- dijo la bruja- Yo soy esa bruja, aunque me llaman la Mala Suerte. Esa que dices no existe.
- Ah, claro que existe. Simplemente no eres tú. Será otra bruja con un nombre parecido.



Suerte era una bruja solitaria, y como buena bruja solitaria estaba segura de que no había ninguna otra bruja en toda la comarca, y menos aún con su mismo nombre. Así que insistió.


- Entonces tienes que estar buscándome a mí, a la Mala Suerte.
- Que noooo -respondió obstinado el joven- ¿Has oído alguna vez que alguien busque a la Mala Suerte? ¡Claro que no! Te repito que yo busco a la Buena Suerte.



La bruja se molestó un poco, pero segura como estaba de que se trataba de ella, decidió investigar un poco.


- ¿La has visto alguna vez? ¿Cómo la vas a reconocer? - preguntó.
- No la he visto nunca, pero será fácil reconocerla. Dicen que hace cosas buenas.
- Yo puedo hacer cosas buenas- respondió la bruja-. ¡Mira!



Y al decir eso, convirtió una piedra en una sabrosísima manzana, y se la ofreció al joven.


- No es solo eso. La Buena Suerte protege a los que la encuentran.
- ¡Pero yo también! - protestó la bruja, al tiempo que golpeaba el hombro del joven para apartar un escorpión que estaba a punto de clavarle su aguijón.



Así siguieron hablando durante toda la noche. A cada cosa que comentaba el joven, la bruja trataba de convencerlo de que era a ella a quien buscaba. Cuando llegó la hora de separarse, el joven dijo.


- Casi me has convencido, pero hay una cosa más. La Buena Suerte siempre espera a los que la buscan.
- ¡Yo también lo haré! Vuelve mañana a buscarme - se despidió la bruja.



Y aunque la bruja siguió haciendo de las suyas, cada noche volvía a esperar al joven. A veces cambiaba de sitio, o de forma, o de ánimo, o de color, pero siempre estaba allí, esperando al joven. Y a quienes se atrevan a salir a buscarla, para quienes ha reservado sus mejores cuidados y regalos.


Autor.. Pedro Pablo Sacristán

viernes, 22 de junio de 2012

¿Cómo reaccionamos ante las dificultades?




Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir palabra. 

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. 

Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿Qué ves?"; "Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. 

Humildemente la hija preguntó: - "¿Qué significa esto, padre?" Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. "¿Cuál eres tú, hija?, Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes?", le preguntó a su hija. 

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿Eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. 

Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer y haces que las cosas a tu alrededor mejoren, que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de la gente que te rodea. Esparces con tu fuerza y positivismo el "dulce aroma del café".

¿Y tú?, ¿Cuál de los tres eres?


jueves, 21 de junio de 2012

La hoja en blanco



Al inicio de una conferencia sobre el estrés, el orador colgó frente al público una gran hoja de papel blanco.

Con un marcador negro dibujó luego una mancha irregular.

¿Qué ven aquí? Preguntó.

Uno tras otro, los presentes fueron contestando: Una mancha negra.

Eso supuse, dijo el orador.

Ninguno de ustedes se enfocó en la hoja blanca, aunque tiene una superficie mucho mayor.
Precisamente de eso hablaremos esta noche.

¿Cuál es la conversación en la que te enfocas más asiduamente?

¿En todo lo que tienes o en lo poco que te falta?

¿En todo lo que sabes o en lo mucho que no dominas?

¿En todo lo que puedes o en lo que te gustaría pero no te sale?

Tu estado de ánimo dependerá de cual sea la conversación en la que te enfoques.

"La emoción que sientes no existe por sí sola. Sino por la explicación que tú le das"

Y este estado de ánimo determinará tu predisposición a la acción.

Y de tu manera de actuar dependerán los resultados que obtengas.

¿Qué no te gustan los resultados?
La clave es la conversación.

Veamos, piensa en tu situación, en la conversación que te separa de tus resultados. Piensa en tus mejores razones, en esas que estas seguro nadie puede dar vuelta y ahora te pido que leas lo siguiente:

Después de la primera prueba artística de Fred Astaire, el informe de director de pruebas de la M.G.M. fechado en 1933, decía: No sabe actuar!
¿Qué te parece que hizo Fred Astaire después de semejante declaración?
Imagínalo por sus resultados.

Louis May Alcott, la autora de Mujercitas, era impulsada por su familia a conseguir trabajo como mucama o costurera.
¿Escuchó los juicios de su familia o lo que decía su conversación interna?

Beethoven tocaba mal el violín y su profesor consideraba que no tenía futuro como compositor.
Como era sordo no pudo escuchar esta crítica ¡qué suerte!

Los padres del famoso cantante Enrico Caruso querían que fuera ingeniero.
Su profesor decía que no tenía voz y que no podía cantar. ¿Qué lo habrá motivado a seguir intentándolo?

Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución abandonó la carrera médica mientras el padre le decía: Lo único que te interesa es capturar ratas. ¿De qué otra manera hubiera podido entender su interés por las ratas?

El director de un diario despidió a Walt Disney por falta de ideas. Walt Disney quebró varias veces antes de construir Disneyworld.

¿Alguna vez pensaste que para concretar eso alguien antes tuvo que soñar en supergrande, casi te diría delirar consciente?

Albert Einstein no habló hasta los cuatro años y no leyó hasta los siete.
Su maestra lo describió como mentalmente lento, insociable y encerrado siempre en sueños tontos. ¿Alguna vez alguien dijo que tus sueños son tontos?

Henry Ford fracasó y quebró cinco veces hasta que finalmente tuvo éxito.
¿Te parece que Ford pensó que era un fracasado o simplemente consideró a sus errores como espacios de aprendizaje?

Winston Churchill no aprobó sexto grado. Llegó a Primer Ministro recién cumplidos los sesenta y dos años, luego de una vida de derrotas y reveses hizo sus mayores contribuciones cuando era un hombre mayor ¿Todavía estas a tiempo?

Dieciocho editores rechazaron el cuento de Richard Bach Juan Salvador Gaviota, antes de que Macmillan lo publicara finalmente en 1970. Cinco años después había vendido más de siete millones de ejemplares solamente en los Estados Unidos. ¿No te pasa que a veces te das cuenta que los otros son los que se lo pierden?

Después de haber leído esto ¿Todavía te parecen válidas tus explicaciones y tus razones para no alcanzar tus resultados?

"Una de las cosas más valiosas que he aprendido es que no siempre tengo que tener razón." JEFFREY B. SWARTZ.

¿En que te vas a enfocar? ¿Qué te puede llevar hacia los resultados extraordinarios?


"Tu puedes tener excusas o puedes tener resultados. Lamentablemente lo que no puedes tener son las dos cosas a la vez."

No lo que dicen los demás, tampoco tus circunstancias, solo tu conversación es tu hoja en blanco donde cada día puedes escribir lo que quieres y si lo que tienes escrito no te gusta saber que puedes dar la vuelta a la hoja.

"La persona que realmente quiere hacer algo encuentra la forma de hacerlo”.




miércoles, 20 de junio de 2012

Pedro y el hilo mágico



Pedro era un niño muy vivaracho. Todos le querían: su familia, sus amigos y sus maestros. Pero tenía una debilidad. - ¿Cual?

Era incapaz de vivir el momento. No había aprendido a disfrutar el proceso de la vida. Cuando estaba en el colegio, soñaba con estar jugando fuera. Cuando estaba jugando soñaba con las vacaciones de verano. Pedro estaba todo el día soñando, sin tomarse el tiempo de saborear los momentos especiales de su vida cotidiana. Una mañana, Pedro estaba caminando por un bosque cercano a su casa. Al rato, decidió sentarse a descansar en un trecho de hierba y al final se quedó dormido. Tras unos minutos de sueño profundo, oyó a alguien gritar su nombre con voz aguda. Al abrir los ojos, se sorprendió de ver una mujer de pie a su lado. Debía de tener unos cien años y sus cabellos blancos como la nieve caían sobre su espalda como una apelmazada manta de lana. En la arrugada mano de la mujer había una pequeña pelota mágica con un agujero en su centro, y del agujero colgaba un largo hilo de oro.

La anciana le dijo: "Pedro, este es el hilo de tu vida. Si tiras un poco de él, una hora pasará en cuestión de segundos. Y si tiras con todas tus fuerzas, pasarán meses o incluso años en cuestión de días" Pedro estaba muy excitado por este descubrimiento. "¿Podría quedarme la pelota?", preguntó. La anciana se la entregó.

Al día siguiente, en clase, Pedro se sentía inquieto y aburrido. De pronto recordó su nuevo juguete. Al tirar un poco del hilo dorado, se encontró en su casa jugando en el jardín. Consciente del poder del hilo mágico, se cansó enseguida de ser un colegial y quiso ser adolescente, pensando en la excitación que esa fase de su vida podía traer consigo. Así que tiró una vez más del hilo dorado.

De pronto, ya era un adolescente y tenía una bonita amiga llamada Elisa. Pero Pedro no estaba contento. No había aprendido a disfrutar el presente y a explorar las maravillas de cada etapa de su vida. Así que sacó la pelota y volvió a tirar del hilo, y muchos años pasaron en un solo instante. Ahora se vio transformado en un hombre adulto. Elisa era su esposa y Pedro estaba rodeado de hijos. Pero Pedro reparó en otra cosa. Su pelo, antes negro como el carbón, había empezado a encanecer. Y su madre, a la que tanto quería, se había vuelto vieja y frágil. Pero el seguía sin poder vivir el momento. De modo que una vez más, tiró del hilo mágico y esperó a que se produjeran cambios.

Pedro comprobó que ahora tenía 90 años. Su mata de pelo negro se había vuelto blanca y su bella esposa, vieja también, había muerto unos años atrás. Sus hijos se habían hecho mayores y habían iniciado sus propias vidas lejos de casa. Por primera vez en su vida, Pedro comprendió que no había sabido disfrutar de las maravillas de la vida. Había pasado por la vida a toda prisa, sin pararse a ver todo lo bueno que había en el camino.

Pedro se puso muy triste y decidió ir al bosque donde solía pasear de muchacho para aclarar sus ideas y templar su espíritu. Al adentrarse en el bosque, advirtió que los arbolitos de su niñez se habían convertido en robles imponentes. El bosque mismo era ahora un paraíso natural. Se tumbó en un trecho de hierba y se durmió profundamente. Al cabo de un minuto, oyó una voz que le llamaba. Alzó los ojos y vio que se trataba nada menos que de la anciana qu muchos años atrás le había regalado el hilo mágico. "¿Has disfrutado de mi regalo?", preguntó ella. Pedro no vaciló al responder: "Al principio fue divertido pero ahora odio esa pelota. La vida me ha pasado sin que me enterase, sin poder disfrutarla.Claro que habría habido momentos tristes y momentos estupendos, pero no he tenido oportunidad de experimentar ninguno de los dos. Me siento vacío por dentro. Me he perdido el don de la vida. "Eres un desagradecido, pero igualmente te concederé un último deseo", dijo la anciana. Pedro pensó unos instantes y luego respondió: "Quisiera volver a ser un niño y vivir otra vez la vida". Dicho esto se quedó otra vez dormido.

"Pedro volvió a oír una voz que le llamaba y abrió los ojos. ¿Quien podrá ser ahora?, se preguntó. Cual no sería su sorpresa cuando vio a su madre de pie a su lado. Tenía un aspecto juvenil, saludable y radiante. Pedro comprendió que la extraña mujer del bosque le había concedido el deseo de volver a su niñez. Ni que decir tiene que Pedro saltó de la cama al momento y empezó a vivir la vida tala como había esperado. Conoció muchos momentos buenos, muchas alegrías y triunfos, pero todo empezó cuando tomó la decisión de no sacrificar el presente por el futuro y empezar a vivir en el ahora.

martes, 19 de junio de 2012

El gato Boniato



El gato Boniato era un gato muy raro. Ni feo, ni guapo, ni gordo, ni flaco; no destacaba de los demás gatos de la pandilla por su físico. A veces se sentía un poco mal por no resaltar en nada: su amiga, la gata Juana, tenía los ojos verdes más bonitos de toda la manzana; su amigo, el gato pellejo, tenía unos andares que levantaba pasiones hasta en la finas perras de pedigrí que vivían frente al portal de los deseos. El gato Boniato se preguntaba por qué sus amigos destacaban en algo y él no. Bueno, sí destacaba en algo, pero era un secreto muy bien guardado…

Cuando llegaban las noches, Boniato se subía al tejado de la casa 44, subía las escaleras de cuatro en cuatro y se colaba por la rendija de la ventilación… aquella azotea era su paraíso particular, llena de florecientes macetas que el doctor Esteban, ya jubilado, regaba al despertar el sol todas las auroras. Boniato, entre los jazmines, apoyado en el poyete más alto de toda la azotea miraba la ciudad: le encantaba ver los torreones de las iglesias, las nubes dormidas en el sueño inerte, las ventanas abiertas y las luces semiencendidas de una ciudad que empezaba a dormir.

Boniato suspiraba y gemía porque al ver la catedral a lo lejos, su enorme campanario y la vieja basílica de san Pedro, soñaba. Porque Boniato soñaba con poder algún día pintar… ¡sí, pintar! El gran secreto de Boniato es que amaba la pintura. Muchas tardes, cuando la ciudad dormía la siesta, Boniato se escapaba por el arrabal y quedaba con su amigo Fernando, el perro de los marqueses de Aracena, para entrar en el museo. Siempre la misma homilía: ― ten cuidado que un día nos van a pillar, que yo sé qué hacen con los gatos callejeros, y… ¡claro!, por mí no tengo miedo, porque los marqueses me buscarán ―. Pero Boniato no le hacía caso al miedica de Fernando, y subiendo por los ventanales de la planta primera se colaban en el patio principal hasta llegar a la sala donde, sentados en medio del palacio, volvía a suspirar mirando los hermosos cuadros: Velázquez con sus matices, líneas esfumadas, la profundidad, la luz y la composición; el cuadro de la Anunciación de Alejo Fernández, con su espíritu renacentista y la influencia italiana, y su preferido era “La Colosal”, la Inmaculada Concepción de Murillo… con aquellos colores del manto blanco y azulado…

Boniato soñaba con algún día poder exponer sus cuadros en el mercadillo que los domingos se celebraba en la puerta del museo… pero tan sólo eran sueños, porque era un gato. No tenía manos para dibujar, solamente garras.

Despertó de su ensoñación mientras olía los jazmines y las madreselvas del doctor Esteban. Se le ocurrió una maravillosa idea. ¿Podría pintar aquel paisaje utilizando su bigote como pincel? ¡Cómo no se le había ocurrido antes! Ahora necesitaba colores, pinturas… ¿De dónde los sacaría?…

Se acordó, que la naturaleza, vieja y sabia, era la gran creadora de colores naturales… y, en aquella azotea, empezó su creación:

Como lienzo utilizó una sábana vieja que el doctor Esteban tenía colgada en un cordel (recordaba haberla visto allí durante dos inviernos seguidos, no la echaría en falta). Construyó su paleta de colores:

Para hacer el ocre de los tejados y campanarios utilizó la tierra que soltaban los adobes de la azotea, eran como una tiza suave que, con un poco de negro sacadas de un corcho oxidado, daban el toque perfecto; para el blanco de los campanarios, donde dibujaría las palomas dormidas, usó un trozo de cal de la pared mezclada con los pétalos de una rosa negra que le dio un gris melancólico que le inspiró el dibujo de cielo encapotado, como tantas veces había visto. Para sacar el rojo, la piel de un pequeño tomatón, el azul del polen de una amapola, el verde de la hierba fresca que crecía en el jardín del parlamento.

Poco a poco, fue creando una paleta de colores que, mezclados entre sí, formaban la obra que tanto había soñado pintar: la ciudad vista desde su azotea.

Durante toda la noche, hora tras hora, Boniato no paró de mezclar, limpiar, matizar. Fue disminuyendo los colores gradualmente y, capa tras capa, pincelada a pincelada con su bigote, completó su composición; hasta que al amanecer, cuando las flores de su azotea empezaban a recoger el rocío de la mañana, Boniato terminó su obra.

Boniato descansó, exhausto, agotado, con la piel erizada por el frío, los huesos cansados por la humedad, pero feliz de su primera creación. Se sentó a observar su obra y se puso contento: se parecía mucho al cuadro que había soñado. Pero Boniato no contaba con que los gatos nunca podrían exponer, porque él sólo era un gato… un simple gato… Lloró, mientras los primero rayos de sol salían. Boniato se echó en medio de la azotea, muy cansado y llorando suspiró… se durmió… para no despertarse más… Pero su sonrisa indicaba que su sueño se había cumplido… Fue feliz.

La mañana del primer domingo del mes de Enero, las calles de esa localidad estaban abarrotadas y expectantes… miles de ciudadanos se habían arremolinado para poder visitar la obra de la que durante varios días todas las radios y periódicos de la ciudad hablaban, la obra de un gato que había pitado el más bello paisaje jamás conocido sobre la ciudad.

El doctor Esteban, aquella mañana en que Boniato terminó su cuadro, se despertó temprano encontrándose el cuerpo de su amigo, inerte sobre la azotea. También vio la impresionante obra que había realizado. Aquél legado no podía quedar sin ser expuesto en su ciudad. Lo que Boniato nunca supo en que Don Esteban pertenecía a la fundación del museo, y sólo con enseñar la obra a sus compañeros, todos decidieron que era digna de estar colgada en una de sus paredes.

Desde aquél día se puede ver en el museo de esa ciudad la obra del gato Boniato, que se titula “La ciudad desde mi azotea”.

Boniato fue enterrado bajo su obra. Allí, a sus pies, hay un breve poema que dice:

“Sólo los sueños se podrán alcanzar si miras la vida con felicidad… Sueña, sueña con tus ilusiones, recréate en tus pasiones, lleva a cabo tus aficiones, porque al final de tu vida sólo quedarán el recuerdo y la añoranza de haber vivido intensamente tus sueños.”

Jose Luis Fuentes


lunes, 18 de junio de 2012

El bambú y el helecho



Un día decidí darme por vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para tener una última charla con Dios. 'Dios', le dije. '¿Podrías darme una buena razón para no darme por vencido?'

Su respuesta me sorprendió…'-Mira a tu alrededor', Él dijo.

'Ves el helecho y el bambú?' -

'Sí', respondí.

'Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. Les di luz. Les di agua.

El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú.

Sin embargo no renuncié al bambú.

En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú.

-Pero no renuncié al bambú.' Dijo Él.

'En el tercer año, aun nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié' me dijo.

'En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú.'No renuncié' dijo.

'Luego en el quinto año un pequeño brote salió de la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.

Pero sólo 6 meses después el bambú creció a más de 100 pies de altura (20mts). Se había pasado cinco años echando raíces. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.

'No le daría a ninguna de mis creaciones un reto que no pudiera sobrellevar'.

Él me dijo.

'¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces?'. 'No renunciaría al bambú. Nunca renunciaría a ti. 'No te compares con otros' me dijo.

'El bambú tenía un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos eran necesarios y hacían del bosque un lugar hermoso'.

'Tu tiempo vendrá' Dios me dijo. '¡Crecerás muy alto!'

'¿Qué tan alto debo crecer?' pregunté.

'¿Qué tan alto crecerá el bambú?' me preguntó en respuesta .

'¿Tan alto como pueda?' Indagué.

Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida.

domingo, 17 de junio de 2012

Las cuatro semillas



Hubo una vez 4 semillas amigas que llevadas por el viento fueron a parar a un pequeño claro de la selva. Allí quedaron ocultas en el suelo, esperando la mejor ocasión para desarrollarse y convertirse en un precioso árbol.

Pero cuando la primera de aquellas semillas comenzó a germinar, descubrieron que no sería tarea fácil. Precisamente en aquel pequeño claro vivía un grupo de monos, y los más pequeños se divertían arrojando plátanos a cualquier planta que vieran crecer. De esa forma se divertían, aprendían a lanzar plátanos, y mantenían el claro libre de vegetación.

Aquella primera semilla se llevó un platanazo de tal calibre, que quedó casi partida por la mitad. Y cuando contó a las demás amigas su desgracia, todas estuvieron de acuerdo en que lo mejor sería esperar sin crecer a que aquel grupo de monos cambiara su residencia.

Todas, menos una, que pensaba que al menos debía intentarlo. Y cuando lo intentó, recibió su platanazo, que la dejó doblada por la mitad. Las demás semillas su unieron para pedirle que dejara de intentarlo, pero aquella semillita estaba completamente decidida a convertirse en un árbol, y una y otra vez volvía a intentar crecer. Con cada nueva ocasión, los pequeños monos pudieron ajustar un poco más su puntería gracias a nuestra pequeña plantita, que volvía a quedar doblada.

Pero la semillita no se rindió. Con cada nuevo platanazo lo intentaba con más fuerza, a pesar de que sus compañeras le suplicaban que dejase de hacerlo y esperase a que no hubiera peligro. Y así, durante días, semanas y meses, la plantita sufrió el ataque de los monos que trataban de parar su crecimiento, doblándola siempre por la mitad. Sólo algunos días conseguía evitar todos los plátanos, pero al día siguiente, algún otro mono acertaba, y todo volvía a empezar.

Hasta que un día no se dobló. Recibió un platanazo, y luego otro, y luego otro más, y con ninguno de ellos llegó a doblarse la joven planta. Y es que había recibido tantos golpes, y se había doblado tantas veces, que estaba llena de duros nudos y cicatrices que la hacían crecer y desarrollarse más fuertemente que el resto de semillas. Así, su fino tronco se fue haciendo más grueso y resistente, hasta superar el impacto de un plátano. Y para entonces, era ya tan fuerte, que los pequeños monos no pudieron tampoco arrancar la plantita con las manos. Y allí continuó, creciendo, creciendo y creciendo.

Y, gracias a la extraordinaria fuerza de su tronco, pudo seguir superando todas las dificultades, hasta convertirse en el más majestuoso árbol de la selva. Mientras, sus compañeras seguían ocultas en en el suelo. Y seguían como siempre, esperando que aquellos terroríficos monos abandonaran el lugar, sin saber que precisamente esos monos eran los únicos capaces de fortalecer sus troncos a base de platanazos, para prepararlos para todos los problemas que encontrarían durante su crecimiento.

Autor.. Pedro Pablo Sacristán

sábado, 16 de junio de 2012

El ladrón de rubíes



El en palacio de Rubilandia había un ladrón de rubíes. Nadie sabía quién era, y a todos tenía tan engañados el ladrón, que lo único que se sabía de él era que vivía en palacio, y que en palacio debía tener ocultas las joyas.

Decidido el rey a descubrir quién era, pidió ayuda a un enano sabio, famoso por su inteligencia. Estuvo el enano algunos días por allí, mirando y escuchando, hasta que se volvió a producir un robo. A la mañana siguiente el sabio hizo reunir a todos los habitantes del palacio en una misma sala. Tras inspeccionarlos a todos durante la mañana y el almuerzo sin decir palabra, el enano comenzó a preguntar a todos, uno por uno, qué sabían de las joyas robadas.

Una vez más, nadie parecía haber sido el ladrón. Pero de pronto, uno de los jardineros comenzó a toser, a retorcerse y a quejarse, y finalmente cayó al suelo.

El enano, con una sonrisa malvada, explicó entonces que la comida que acababan de tomar estaba envenenada, y que el único antídoto para aquel veneno estaba escondido dentro del rubí que había desaparecido esa noche. Y explicó cómo él mismo había cambiado los rubíes aunténticos por unos falsos pocos días antes, y cómo esperaba que sólo el ladrón salvara su vida, si es que era especialmente rápido...

Las toses y quejidos se extendieron a otras personas, y el terror se apoderó de todos los presentes. De todos, menos de uno. Un lacayo que al sentir los primeros dolores no tardó en salir corriendo hacia el escondite en que guardaba las joyas, de donde tomó el último rubí. Efectivamente, pudo abrirlo y beber el extraño líquido que contenía en su interior, salvando su vida.

O eso creía él, porque el jardinero era uno de los ayudantes del enano, y el veneno no era más que un jarabe preparado por el pequeño investigador para provocar unos fuertes dolores durante un rato, pero nada más. Y el lacayo así descubierto fue detenido por los guardias y llevado inmediatamente ante la justicia.

El rey, agradecido, premió generosamente a su sabio consejero, y cuando le preguntó cuál era su secreto, sonrió diciendo:
- Yo sólo trato de conseguir que quien conoce la verdad, la de a conocer.
- ¿Y quién lo sabía? si el ladrón había engañado a todos...
- No, majestad, a todos no. Cualquiera puede engañar a todo el mundo, pero nadie puede engañarse a sí mismo.


Pedro Pablo Sacristán

viernes, 15 de junio de 2012

Un Hombre, su caballo y su perro



Un Hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales( a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…)
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.
En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

Buenos días.
Buenos días - Respondió el guardián
¿ Cómo se llama este lugar tan bonito?.
Esto es el cielo.
Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.
Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…
Lo siento mucho – Dijo el guardián – pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber sólo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles..
A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.
Buenos días – dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo
Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar.
Podéis beber toda el agua como queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar gracias al hombre
Podéis volver siempre que queráis – Le respondió éste.
A propósito ¿Cómo se llama este lugar? – preguntó el hombre.
CIELO.
¿El Cielo? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
Aquello no era el Cielo. Era el Infierno – contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡ Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el caminante.
De ninguna manera! – increpó el hombre
En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…

Paulo Coelho

jueves, 14 de junio de 2012

El hada y la sombra



Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago.

Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.

El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro de lo que había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".

Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...

La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.

Pedro Pablo Sacristán

miércoles, 13 de junio de 2012

La apuesta del viejo guerrero



El señor Naoshige declaró un día a Shimomura Shoun, uno de sus más viejos samurais:

- La fuerza y el vigor del joven Katsuchige son admirables para su edad. Cuando lucha con sus compañeros vence incluso a los mayores que él. – A pesar de que ya no soy joven estoy dispuesto a apostar que no conseguirá vencerme – Afirmó el anciano Shoun. 

Para Naoshige fue un placer organizar el encuentro que tuvo lugar esa misma noche en el patio del castillo, en medio de un gran número de samurais. 

Estos estaban impacientes por ver lo que le iba a suceder al viejo farsante de Shoun. Desde el comienzo del encuentro, el joven y poderoso Katsushige se precipitó sobre su frágil adversario agarrándolo firmemente, decidido a hacerlo picadillo. Shoun estuvo a punto de caer varias veces al suelo y de rodar en el polvo. Sin embargo, ante la sorpresa general, cada vez se restableció en el último momento. El joven, exasperado, intentó dejarle caer de nuevo poniendo toda su fuerza en el empeño, pero esta vez, Shoun aprovechó hábilmente su movimiento y fue él quien desequilibró a Katsushige arrojándolo al suelo. 

Después de ayudar a su adversario semi-inconsciente a levantarse, se acercó al señor Naoshige y le dijo:

Sentirse orgulloso de su fuerza cuando aún no se domina la fogosidad es como vanagloriarse públicamente de sus defectos.


martes, 12 de junio de 2012

Trabajo muy duro



Un estudiante de artes marciales fue hasta su profesor y seriamente le dijo, “Soy un devoto al estudiar su sistema marcial. ¿Cuánto tiempo me tomará dominarlo?”. La respuesta del profesor fue improvisada, “Diez años”.

Impacientemente, el estudiante replicó, “Pero quiero dominarlo mucho antes que eso. Trabajaré muy duro. Practicaré a diario, diez o más horas al día si es necesario. ¿Cuánto tiempo tomaría entonces?” 

El profesor pensó por un momento, “veinte años”.


lunes, 11 de junio de 2012



Cuando el maestro se hizo viejo y enfermó, los discípulos no dejaban de suplicarle que no muriera.

El maestro les dijo:

- Si yo no me voy, ¿cómo podréis llegar a ver?

- ¿Y qué es lo que no vemos mientras tú estás con nosotros? – preguntaron ellos.

Pero el maestro no dijo ni una palabra.

Cuando se acercaba el momento de su muerte, los discípulos le preguntaron:

- ¿Qué es lo que vamos a ver cuando tú te hayas ido?

Y el maestro, con una pícara mirada en los ojos, respondió:

- Todo lo que he hecho ha sido sentarme a la orilla del río y daros agua.

- Cuando yo me haya ido, confío en que sepáis ver el río.




domingo, 10 de junio de 2012

Flexibilidad



Era un padre que no acababa de superar la evolución de la tecnología y de la sociedad. Cierto dia llego a su casa un amigo suyo a quien le comentó:

Estoy preocupado por mi hija. Está colgada del teléfono móvil enviando mensajes todo el dia. Lo peor de todo es que escribe incluso con palabras que no entiendo.

Todo lo que tienes que hacer es amoldarte y acoplarte a ella, ser flexible, le dijo el amigo.

Si, pero fijate que el otro dia estaba en su cuarto y yo abajo viendo la televisión y me envió un mensaje. ¿Sabes lo que decía? Dijo el padre.

No, respondió el amigo.

Papa, súbeme una Coca Cola.

¿Y tu que hiciste? Preguntó el amigo.

Subírsela, replico el padre.

Noooooo!!!!! Dijo el amigo. Tenias que haberle enviado otro mensaje.

Y, ¿Que le diría en el preguntó el padre?

¡Que te la suba tu padre!, respondió el amigo.

sábado, 9 de junio de 2012

Los dos exploradores y el oso

En cierta ocasión dos exploradores se adentraron en el bosque totalmente desarmados cuando de repente se les planta un oso frente a ellos.

Uno de los exploradores comienza a atarse rápidamente los cordones ante lo cual el compañero le dijo;

No seas ingenuo. ¿Por qué te atas los cordones? ¿No sabes que los osos corren más que los humanos? A lo que su compañero le respondió:

Lo que me preocupa no es que el oso corra más que yo, sino yo correr más que tu.