viernes, 5 de abril de 2013

El mejor padre




Un hombre, todavía no muy mayor, relataba a un amigo:

—Quise darle a mis hijos lo que yo nunca tuve. Entonces comencé a trabajar catorce horas diarias. No había para mí ni sábados ni domingos; consideraba que tomar vacaciones era locura o sacrilegio. Trabajaba día y noche. Mi único fin era el dinero, y no me paraba en nada para conseguirlo, porque quería darle a mis hijos lo que yo nunca tuve.

—Y... ¿lo lograste? —intervino el amigo.

—Claro que sí —contestó el hombre—: yo nunca tuve un padre agobiado, hosco, siempre de mal humor, preocupado, lleno de angustias y ansiedades, sin tiempo para jugar conmigo y entenderme. Ese es el padre que yo les di a mis hijos. Ahora ellos tienen lo que yo nunca tuve.


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