Hace cientos de años en una ciudad de Oriente, un anciano caminaba de noche por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. En cierto momento, un hombre giró una esquina y tropezó abruptamente con el anciano. El hombre se puso a gritarle con malos modos:
-¡Vigila viejo, mira por donde vas!
Tras gritar, el hombre se calmó y miró al anciano a la luz de la lámpara que éste sostenía. De pronto, reconoció a un amigo. Se dio cuenta que era Guno, el ciego del pueblo. Le dijo:
-¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves…
El anciano le respondió:
-Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. No llevo la lámpara para ver mi camino, sino para que no tropiecen conmigo y para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi.
El viejo Guno del cuento recuerda al Arcano VIIII,
como ser que ilumina el pasado
con la luz de la sabiduría.
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