Tino manifestaba un deseo constante de entendimiento con todo clase de animales, menos con los perros, de los que decía que, pese a ser el mejor amigo del hombre, también suelen ponerse locos y arremeten contra sus amos.
En esta ocasión venía empeñado en conseguir algo que nunca había podido lograr. Se trataba de dejar en libertad a un gorrión en el interior de la casa con intención de que regresara a la jaula para comer o beber, por su propia voluntad. Esto lo llegó a conseguir a plena satisfacción. Pero después de un largo periodo de adiestramiento, la siguiente prueba consistía en abrir las ventanas y lo dejaba volar a la calle, siempre con la esperanza de que volvería. Y aquí era donde le fallaban sus planes, porque ya lo había intentado varias veces y ninguno regresaba.
Después de cada intento, la paciencia era su aliada, y desde su puesto de observación esperaba horas tratando de descubrir la razón por lo que no se decidían a volver, o eliminaba obstáculos que pudieran impedir su regreso.
-¿Cuál será la clave secreta -se preguntaba Tino constantemente- para que una criatura obedezca ciegamente a otra sin sombras de recelo?
-Si no me obedece ¿será por miedo, será por desprecio, será porque no encuentra a mi lado el estímulo que le pueda retener?
-No, yo diría más bien -se contestaba- que todo obedece al hecho de recibir una educación adecuada desde los inicios de la vida.
Y al tiempo que abría la ventana y lo dejaba en libertad, le decía resignado:
-Si no vuelves, no te culpo, ni recrimino tu actitud: eso lo haría cualquier criatura que busca la libertad.
Mientras tanto, su diminuta figura desaparecía de su vista.
-Está claro –decía Tino- que la educación complementada con una buena dosis de disciplina, ausente de humillación, es el mejor medio para alcanzar los logros más insospechados.
Después de muchas pruebas y profundas reflexiones al respecto, los gorriones le hicieron comprender que la vida es algo más: La vida es vivir con sus luces y sombras sin miedo a la libertad. La vida es capacidad de decidir por sí solo sin esperar la mirada de aprobación del otro.
-Es evidente que me falta algo que nunca llegaré a lograr. Pero como tantas otras cosas en la vida -se reprochaba a sí mismo-, muchas veces es preferible renunciar a una manía, a un capricho, a un empeño; un deseo con visos de imposible, antes que malgastar nuestra vida y convertirnos en esclavos de una obsesión.
Goreño
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