Cierto día llamó a la puerta de una casa de pueblo un extraño hombre. La mujer que atendió se sorprendió al verlo. "¿Qué desea?", preguntó. "Vengo a ofrecerle una piedra mágica, que sirve para hacer sopa. Basta con hacerla hervir, y logrará la mejor sopa que haya probado en su vida".
A la mujer le entró curiosidad y decidió hacer la prueba. Hizo pasar al hombre, y puso una gran olla de agua al fuego. Mientras se calentaba, la mujer corrió a contar el gran suceso a sus vecinos, los que se arremolinaron alrededor del fuego. Cuando el agua hubo comenzado a hervir, el hombre arrojó la piedra mágica a la olla y ante la expectativa general dió una probada.
"¡Deliciosa!", comentó, "Si tuviera un poco de carne le daría mejor sabor". Inmediatamente una de las vecinas salió corriendo y volvió con un gran pedazo de carne que fue a parar a la olla.
"Tal vez un poco de verdura también ayudaría", agregó el extraño. Una tras otra, varias vecinas fueron desapareciendo y volviendo con papas, zanahorias, cebollas, las que fueron cayendo a la olla.
Mientras tanto, otros vecinos fueron trayendo platos y cubiertos, armaron un gran tablón, mientras otros traían sillas de sus casas. Todo el pueblo se había reunido en torno al hombre de la piedra mágica. Uno tras otro fueron recibiendo generosas raciones de la que resultó ser la más apetitosa sopa que habían probado en sus vidas. Nadie reparó mientras comían, que el extraño había desaparecido, dejando tras de sí la mágica piedra, que ahora podrían utilizar cada vez que deseasen compartir la sopa más deliciosa del mundo.