martes, 18 de octubre de 2011

Harina del propio costal



Cuentan que un sabio explicaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre la entendían. 

"Maestro", le dijo uno de ellos una tarde. "Tú nos cuentas los cuentos, pero no nos explicas su significado". 

"Pido perdón por eso", se disculpó el maestro. "Permíteme que para enmendar mi error te invite a comer un rico melocotón". 

"Gracias maestro", respondió el alumno. 

"Quisiera, para agasajarte, pelarte el melocotón yo mismo. ¿Me permites?" 

"Sí. ¡Muchas gracias!". 

"¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?", le preguntó seguidamente el sabio. 

"Me encantaría, pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro". 

"No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte. Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo". 

Y el alumno, con cara de asco, gritó nervioso: "¡No, maestro! ¡No me gustaría que hicieras eso!". 

El sabio hizo una pausa y concluyó: "Si yo os explicara el sentido de cada cuento, sería como daros de comer una fruta masticada".


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