Mientras caminaba, divisó a otro hombre a lo lejos. Al acercarse, notó que el lugareño se agachaba constantemente, recogía algo y lo arrojaba al agua.
Una y otra vez lanzaba cosas al océano.
Cuando nuestro amigo se acercó más todavía, vió que el hombre recogía estrellas de mar que se habían clavado en la playa y una por vez, las iba devolviendo al agua.
Nuestro amigo se sintió confundido. Se acercó y dijo: -Buenas noches, amigo.
Me pregunto qué está haciendo.
-Devuelvo estas estrellas de mar al océano. Ve, en este momento, la marea está baja y todas estas estrellas quedaron en la costa. Si no las echo nuevamente al mar, se mueren aquí por falta de oxígeno.
-Ya entiendo- respondió mi amigo -pero ha de haber miles de estrellas de mar en esta playa.
Es imposible agarrarlas a todas. Son demasiadas. Además, seguramente esto pasa en cientos de playas a lo largo de toda la costa. No se da cuenta que no cambia nada.
El lugareño sonrió, se agachó, levantó otra estrella de mar para arrojarla de nuevo al mar y respondió: - ¡Para ésta, sí cambió algo!
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