domingo, 30 de octubre de 2011

No hay otro plan



Ese día el Paraíso estaba de fiesta. Por fin, luego de 33 largos años, el Hijo del buen Dios iba a retornar para siempre con ellos. Allá abajo, en la tierra, Jesucristo daba sus últimas instrucciones a los apóstoles y se despedía de ellos. Mientras tanto, en el Cielo reinaba una gran conmoción. Todos los angelitos se habían reunido en la puerta del Paraíso, para dar la bienvenida a aquel niñito que había bajado a la tierra hace 33 años y que ahora retornaba hecho un hombre. Todos se arremolinaban alrededor de Jesucristo para abrazarlo y preguntarle cómo le había ido. No podían faltar, por supuesto las cámaras de los noticiosos más importantes del Paraíso, que venían a cubrir el gran evento.

De pronto, una vocecita proveniente de la muchedumbre se hizo oír por sobre las demás: "Maestro, tengo una observación que hacerte". Era un pequeño angelito quien había hablado. Todos se quedaron en silencio ante la desfachatez del angelito. ¡Hacerle una observación al Hijo de Dios! ¿A quién se le ocurría?

"Me parece", prosiguió el angelito, "que todo lo que hiciste allá en la tierra fue muy lindo. Eso de enseñarles acerca del Reino de los Cielos, de enseñarles a amarse y a amar a tu Padre estuvo muy bien. Y ese broche de oro de salvar a la humanidad resucitando después de morir en la cruz estuvo de diez. Pero creo que te olvidaste de algo". Jesús, un tanto sorprendido pero siempre sonriente, preguntó: "¿De qué me olvidé, angelito?".

Y el angelito continuó: "Durante el tiempo que estuviste allá abajo, muchos te escucharon y recibieron tu mensaje, pero ahora que Tú te viniste ¿no crees que pronto se van a olvidar? Además, no lo tomes a mal, pero fue una parte muy pequeñita del mundo la que oyó tus enseñanzas. ¿Y el resto?". Jesús, con gesto tranquilizador, contestó: "¡Por eso no te preocupes! Preparé un plan muy bueno. ¿Viste los apóstoles de los que me despedí hace un rato? Pues bien, ellos se encargarán de transmitirle a todo el mundo lo que yo les he enseñado". Todos los angelitos aplaudieron la respuesta de Jesús, aliviados de que no se hubiese molestado por la impertinencia del angelito.

Pero el angelito insistió: "Discúlpame que te contradiga, Señor. Pero puede que tu plan no resulte. ¿Qué tal si pasa el tiempo y se desaniman? Todo el plan se va al tacho". Nuevamente Jesús tomó la pálabra: "No tienen por qué desanimarse. Estuvieron conmigo tres años compartiendo mi vida, escuchando mis enseñanzas y ayudándome en todo, y lo hicieron muy bien. Tengo confianza en ellos." Por segunda vez los angelitos prorrumpieron en vivas y aplausos. Algunos intentaron alejar al insistente angelito, en medio de los aplausos, pero este no se dio por vencido.

"No es que quiera ser negativo, Señor.", volvió a la carga el angelito. "Puede que tu plan no resulte. No te olvides que ellos son humanos y Tú ya sabes cómo son los humanos. Primero se entusiasman y te prometen fidelidad hasta la muerte, pero al poco tiempo te dan la espalda. Mira si no cuántas veces se lo hicieron a tu Padre a lo largo de la historia". Jesús, armado de paciencia, contestó dulcemente: "Esta vez va a ser distinto. Yo personalmente les enseñé y yo personalmente los envié para que enseñen todo lo que aprendieron, a todo el mundo. Ellos son buenos chicos. Vas a ver que mi plan resulta". Otra vez aplausos y vivas, si bien esta vez ya eran un poco nerviosos.

"Perdona si soy insistente", prosiguió ¿adivinen quién?. "Pero mira cómo te respondieron tus buenos chicos. Para comenzar: Judas, que estaba siempre contigo, te vendió. El mismo día, sin ir más lejos, Pedro, tu hombre de confianza, te negó tres veces. ¿Y todavía confías en ellos?". Jesús, con una paciencia digna del Hijo de Dios, contestó una vez más: "Serán débiles y tendrán sus cosas, pero yo igual confío en ellos. ¡No seas pesimista! ¡Ellos son mis amigos! ¿Por qué no habría de resultar mi plan?"

Y el angelito, que no se daba por vencido, remató: "Pero... ¿y si a pesar de todo no resulta?". El ambiente ya se estaba poniendo tenso. La insistencia del angelito, ya rozaba la impertinencia. Jesús se tomó unos instantes antes de contestar y, luego de pensarlo, respondió: "Bueno... mejor que resulte... porque ¡no tengo otro plan!"


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