Cuando nos encontramos con obstáculos, a veces, lo más fácil es echarse atrás. A menudo, cuesta ser perseverante y no dejarse vencer, cuando hemos decidido enfrentarnos a nuestro obstáculo.
Estaba frente a un bloque de piedra redondo y liso, muy técnico. Desde que lo vi, me llamó la atención y quise intentar resolverlo.
Para resolver un bloque de escalada, es necesario subir hasta el punto más alto de la roca.
Puse colchonetas bajo mis pies y empecé a subir. Los agarres eran muy pequeños y los pies resbalaban. No había superado ni un metro y me caí. Volví a intentarlo, de nuevo resbalé y caí encima de la colchoneta.
Pensé que debía cambiar de estrategia y probar de otra manera. Tampoco resultó. No sé cuantas veces caí para volver a intentarlo. Una y otra vez.
Finalmente, conseguí superar la parte más "resbaladiza" para aguantarme en una pared vertical sólo con los pies a unos 3 metros del suelo.
Los agarres no existían, así que tenía que confiar en mi pie izquierdo, incorporarme sobre él y salir hacia arriba. Era fácil, pero me empezaron a invadir dudas:
¿Y si me caigo? ¿Y si no puedo? ¿Y si no lo consigo?
Me empezaba a cansar y la pierna me empezaba a temblar (en escalada lo llamamos la moto) de nervios, cansancio y miedo. Miraba el suelo y todavía era peor. Ya dudaba si continuar, hasta que mi compañero me dijo:
- "¡Vamos, Cris, tú eres Coach!"
Pensé que ya no había marcha atrás y me di la oportunidad para intentarlo y conseguirlo.
Allí estoy encima del bloque, cansada y orgullosa de mí misma.
Cada vez que te niegas la oportunidad a intentarlo, estás fracasando. Dale un lugar al fracaso, esa palabra que suena tan terrible, pero que en realidad deberíamos interpretar como aprender.
Fracasar no equivale a aprender por sí sola. Aprender de los fracasos es una actitud. Cada vez que te caigas, vuelve a intentarlo con garra. Con mentalidad de triunfador y si te caes, no importa.
Es duro caer, pero es peor no haber intentado nunca subir
Cris Pérez Vázquez
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