Un pobre hombre vino a pedirle a Eisai dinero para comer.
Eisai buscó por todo el templo, pero no enconó ni una sola moneda. Entonces cogió la aureola de oro de la estatua de Buda y se la dió al hombre. Muchos monjes estaban escandalizados con su conducta. Le dijeron:
-¡Irá usted al infierno por haber hecho eso!
Pero Eisai les contestó:
-No me importa.
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