"Había una vez un autito a control remoto, que desde chiquito había funcionado con un cable, mediante el cual su dueño lo comandaba. Cierto día, alcanzó la edad en la que fue lo suficientemente grandecito como para comenzar a funcionar con baterías. En su parte inferior le colocaron dos pilas cuadradas que le permitirían funcionar sin estar conectado al cable. Antes de salir solo por primera vez, su dueño le advirtió que debería volver cada noche a recargar las baterías. Y nuestro amiguito partió rumbo al infinito....
¡Esto era increíble! Por primera vez era libre, sin cables que lo atasen y le limitasen las distancias. ¡Podía ir a donde quisiera! Ese día anduvo, y anduvo, y anduvo.... y a la noche, volvió a recargar las baterías. Su dueño se llenó de alegría al verlo volver. Con dulzura le enchufó un cablecito que le colgaba de un costado, a una batería grande, y lo dejó recargando toda la noche. A la mañana siguiente, volvió a salir. Y así, día tras día salía a recorrer el mundo, y noche tras noche volvía a recargar las baterías, enchufándose a la batería más grande.
Hasta que un día, se alejó demasiado en su afán por conocer nuevos horizontes, y le dio flojera de volver, así que no volvió. A la mañana siguiente se despertó un poco nervioso puesto que era la primera noche que no había vuelto a cargar las baterías. Probó el arranque... y todo funcionó bien (suspiró aliviado). Como no notaba diferencia en su funcionamiento, a la noche siguiente no volvió, y tampoco a la siguiente. Su motorcito de juguete funcionaba de maravillas. Así pasaron los días y continuó sus aventuras cada vez más apasionantes y llegando cada vez a lugares más lejanos. A final de cuentas, eso de ir a cargar las baterías había sido tan sólo una pérdida de tiempo que lo condicionaba a no conocer los hermosos lugares lejanos que ahora tenía posibilidad de recorrer.
Claro, como las pilas se iban gastando de a poquito, ni cuenta se dio que cada mañana tardaba un poco más en encender el motorcito, y que ya no era tan rápido como al principio. Así siguió un tiempo recorriendo el mundo, con su marcha cada vez más lenta. "Debo estarme volviendo viejo", pensó, sin darse cuenta que aún era tan solo un niño. Hasta que una mañana, las requetegastadas baterías no dieron más y el motorcito no arrancó. En pocos días había gastado totalmente sus baterías, y aunque en realidad era aún un niño por fuera, se había vuelto un anciano por dentro. Claro que el autito no se dio cuenta, porque de a poquito se había ido muriendo junto con las baterías y ese día, simplemente no despertó."
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