domingo, 27 de noviembre de 2011

La falsa humildad



Al Maestro le divertía sobremanera esa falsa autoestima que intenta pasar por humildad.  Y ésta es la parábola que en cierta ocasión contó a sus discípulos: 

Dos hombres, un sacerdote y un sacristán, 
acudieron a una iglesia a orar. 
El sacerdote, dándose golpes de pecho, 
exclamaba fuera de sí: . 

«¡Señor, soy el más vil de los hombres 
y el más indigno de tu gracia!
¡Soy un desastre y una nulidad! 
¡Ten compasión de mí!» 

No lejos del sacerdote, 
el sacristán también se daba golpes de pecho 
y gritaba lleno de fervor: 

«¡Ten compasión de mí, Señor, 
que soy un pecador y un miserable !» 

El sacerdote, al oírlo, 
se volvió arrogante hacia él y dijo: 

«¡Lo que faltaba: mira quién se atreve a decir que es un miserable! 
» 


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