Y contó cómo su mujer, que había dejado una caja de bombones en el estante de la cocina, descubrió una hora más tarde que la caja pesaba bastante menos: todos los bombones de la capa inferior habían desaparecido y habían ido a parar a una bolsa de papel que se encontraba encima las pertenencias de la nueva cocinera.
Para no poner a ésta en una situación enojosa, la bondadosa mujer del Maestro volvió a colocar los bombones en la caja y guardó ésta en una alacena, a fin de evitar posibles tentaciones.
Después de la cena, la cocinera anunció que dejaba su trabajo aquella misma noche.
«¿Por qué? ¿Qué sucede?», preguntó el Maestro.
«No quiero trabajar para personas que roban», fue su desafiante respuesta.
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