Cierto día, el profeta Sharía encontró una niña en un jardín. Y la niña dijo:
-Buen día tengas, Señor.
Y el profeta respondió:
-Buen día para ti, Señora -y después de un instante agregó-: Veo que estás sola.
Entonces la criatura dijo, riendo encantada:
-Me llevó mucho tiempo perder a mi aya. Ella piensa que estoy detrás de aquel cerco. Pero, ¿no ves que estoy aquí?
Después miró hacia el profeta y habló nuevamente:
-Tú también estás solo. ¿Qué hiciste con tu aya?
-Mi caso es diferente -respondió el profeta-. En verdad, no puedo perderla con frecuencia. Pero hoy, cuando vine a este jardín, ella me estaba buscando detrás de aquel cerco.
La niña, batiendo palmas gritó:
-¡Entonces eres como yo! ¿No es bueno estar perdido?
Y después preguntó:
-¿Quién eres tú?
-Me llaman el profeta Sharía. ¿Y, dime, quién eres tú? -respondió el hombre.
-Soy solamente yo -dijo la niña- y mi aya me está buscando sin saber que estoy aquí..
Entonces el profeta miró hacia el espacio y dijo:
-Yo también huí de mi aya por un instante. Pero ella me encontrará.
-Sé que mi aya también me encontrará -dijo la niña.
Y en aquel momento se oyó la voz de una mujer llamando por su nombre a la niña.
-¿Ves? -dijo la criatura-, te dije que ella me encontraría.
Y en ese mismo instante, otra voz se oyó decir: "¿Dónde estás, Sharía?"
Y el profeta dijo:
-Ves, hija mía, me han encontrado también a mí.
Y mirando hacia lo alto, Sharía respondió:
-Heme aquí.
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