Dijo un rey a su esposa:
-Señora, tú no eres verdaderamente una reina. Eres demasiado vulgar y poco graciosa para ser mi compañera.
Dijo su esposa:
-Señor, tú te consideras rey pero eres solamente un pobre parlanchín.
Estas palabras enfurecieron al rey. Tomó el cetro con las manos y golpeó la frente de la reina con el cetro de oro. En ese momento el ayuda de cámara apareció y dijo:
-¡Está bien, está bien, Su Majestad! Ese cetro fue creado por el más grande artista de la tierra. ¡Ay de mí! Algún día tú y la reina serán olvidados, pero este cetro permanecerá como cosa bella de generación en generación. Y ahora que has extraído sangre de la cabeza de Su Majestad, Señor, el cetro será el más famoso y recordado.
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