miércoles, 11 de enero de 2012

La niña que brillaba como el sol



Érase que era una pequeña niña de ojos claros y cabello como el sol. Érase que era tan hermosa que hasta el mismo sol sonreía cada vez que la veía.

La niña tenía todo lo que una niña podía anhelar. Solo le faltaba una cosa que le hacía ponerse muy triste: la niña no podía hacer nada.

Sí, como lo leéis, no os extrañéis, es verdad. Y no podía hacer nada porque pensaba que no servía para nada, que no sabía hacer nada.

La niña vivía desde dentro y para dentro, y los demás sencillamente la ignoraban, era invisible a sus ojos. Cuando quería decir algo, se le ponía como un nudo en la garganta y la voz no le salía por más que ella lo intentara. Hasta se ponía roja del esfuerzo, y como finalmente no podía, una rabia cada vez mayor se iba apoderando de ella, aunque muchas veces no se daba cuenta de ello.

Y claro los demás, incluida hasta su propia madre, no se daban cuenta de nada y solo pensaban: esta niña es muy calladita.

Y no digamos ya cantar, eso era imposible, inimaginable, pero como le encantaba la música y ya hemos dicho que la niña vivía desde dentro y para dentro se pasaba el día imaginando y cantando para sí misma canciones.

Y tampoco pintaba, ni escribía, ni jugaba con otros niños, no podía hacerlo, porque había una vez en su cabecita que le decía: “me sale todo mal”.

Y de esta forma iban pasando los días, uno a uno. Sobreviviendo a través de su imaginación. No era extraño verla hablar sola o a sus muñecas, y cantarles cuando nadie le escuchaba, todas las canciones que se había inventado.

Como la niña, que ni nombre tenía, no podía, ni sabía expresar hacia fuera, aprendió a ser sabia, a conocerse a sí misma y a conocer a los demás, y cuando por fin, un hada buena y generosa, le concedió el deseo de poder hablar, cantar y expresarse, ayudó a conocerse a sí mismas a todas las personas que en su ignorancia, ni siquiera sabían que esta niña existía y que su existencia, ya desde muy niña brillaba como el sol.

Moralejas: Las personas a las que ignoramos o pasan indiferentes para nosotros, pueden ser nuestras maestras algún día. No debemos juzgar a nadie por las apariencias.


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