viernes, 31 de agosto de 2012

Las cuatro cosas que jamás se recuperan.




Cuando llegaron al borde del río, el maestro arrojó una moneda de oro al fondo. El discípulo, creyendo que se trataba de un manantial de los deseos, se dispuso a hacer lo mismo, pero la mano del sabio detuvo su acción:
-Nunca olvides que existen cuatro cosas en la vida que jamás se recuperan:
    La piedra, después de arrojada.
    La palabra, después de proferida.
    La ocasión, después de perdida.
    El tiempo, después de pasado.
Durante un tiempo, ambos callaron y vieron pasar el agua, un agua que nunca más volvería... El discípulo, inmerso en este pensamiento, se atrevió a romper el silencio:
-¿Por qué ha arrojado algo tan valioso al río, maestro? No le veo sentido…
-Para que recuerdes que esta lección no tiene precio. –contestó el sabio.


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