André Previn, notable director y sincero crítico, revela el secreto de que todos los
directores, aun los mejores, se pierden a veces al dirigir sus orquestas.
Un paso en falso,
una distracción, un fallo de la memoria..., y el director se queda sin saber dónde está,
mientras la orquesta sigue su curso como si, a fin de cuentas, no necesitara director.
El
consejo que André Previn saca de su propia experiencia y ofrece a sus dignos colegas es
que en tal trance el director no trate de reunirse con la orquesta a la desesperada, y
menos aún trate de forzar a los músicos a que vengan a dónde él cree que deberían estar,
sino que lo tome con calma, les deje tocar, haga con la batuta gestos amplios y generales
que podrían encajar con cualquier ritmo, y espere pacientemente al reencuentro, que
tendrá lugar más tarde o más temprano, sin que los disciplinados oyentes hayan caído en
la cuenta de que algo había fallado.
El único obstáculo para recobrar el control es el
miedo a perderse y la ansiedad por volver al compás cuanto antes. Déjalo estar y no te
atormentes. Ten sentido del humor y disfruta con tu hazaña. Siempre es una experiencia
interesante, y al final el concierto es un éxito, y el público pide propina a fuerza de
aplausos.
La vida es también una sinfonía, y todos nos perdemos de vez en cuando. La partitura es
complicada, tiene pasajes difíciles, solos comprometidos y “tutti” arrolladores. A veces
perdemos el compás y no sabemos ni dónde estamos ni adónde vamos ni cuándo va a
acabar todo aquello. No importa. No te asustes. Que siga la música. Ya nos
incorporaremos otra vez, más tarde o más temprano, y el concierto siempre será un éxito.
La música nunca falla.
Antonio García Vallés
No hay comentarios:
Publicar un comentario