domingo, 5 de agosto de 2012

Los profesionales



Mi vida religiosa ha estado enteramente en manos de profesionales. Si yo quiero aprender a orar, acudo a un director espiritual; si deseo descubrir la voluntad de Dios con respecto a mí, acudo a un retiro dirigido por un experto; para entender la Biblia recurro a un escriturista; para saber si he pecado o no, me dirijo a un moralista; y para que se me perdonen los pecados tengo que echar mano de un sacerdote. 

El rey de unas islas del Pacífico Sur daba un banquete en honor de un distinguido huésped occidental. 

Cuando llegó el momento de pronunciar los elogios del huésped, Su Majestad siguió sentado en el suelo mientras un orador profesional, especialmente designado al efecto, se excedía en sus adulaciones. 

Tras el elocuente panegírico, el huésped se levantó para decir unas palabras de agradecimiento al rey. 

Pero Su Majestad le retuvo suavemente: «No se levante, por favor», le dijo. «Ya he encargado a un orador que hable por usted. En nuestra isla pensamos que el hablar en público no debe estar en manos de aficionados». 

Yo me pregunto: ¿no preferiría Dios que yo fuera más 'aficionado' en mi relación con El?


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