« Siempre que intentes hacer cambiar a otra persona», dijo el Maestro, «pregúntate lo siguiente:
¿Quién va a beneficiarse de este cambio: mi orgullo, mi placer o mi interés?»
Y contó la siguiente historia:
Un hombre estaba a punto de arrojarse por un puente cuando, de pronto, un policía corrió hacia él y le dijo:
«¡No, por favor, no lo haga!
¿Por qué va a arrojarse al agua un hombre joven como usted, que ni siquiera ha vivido ... ?»
«¡Porque estoy harto de la vida !»
«Escúcheme, por favor: si usted se arroja al agua, yo tendré que saltar para salvarlo, ¿no es así? Ahora bien, el agua está helada, y yo acabo de pasar una neumonía. ¿Sabe usted lo que eso significa? Sencillamente, que moriré. Tengo mujer y cuatro hijos... ¿Podría usted vivir con semejante peso en su conciencia?
Claro que no. Así que escúcheme: sea bueno, arrepiéntase, y Dios le perdonará.
Vuelva a su casa y, en la intimidad de su hogar..., ¡ahórquese si lo desea!».
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