Al Maestro le gustaba jugar a las cartas,
y un día se encontraba totalmente absorto
jugando al poker con algunos de sus discípulos
durante un bombardeo nocturno.
Cuando interrumpieron el juego para tomar una copa,
la conversación giró en tomo al tema de la muerte.
«Si ahora mismo, mientras jugamos, me muriera yo,
¿qué haríais?», preguntó el Maestro.
«¿Qué querrías tú que hiciéramos?»
«Dos cosas. La primera, quitar mi cadáver de en medio».
«¿Y la segunda?»
«Repartir cartas».
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