A los discípulos que contaban ingenuamente en que no había nada que no pudieran lograr si se ponían a ello con decisión, el Maestro solía decirles:
«Las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza».
«Puedes obligar a comer,
pero no puedes obligar a sentir hambre;
puedes obligar a alguien a acostarse,
pero no puedes obligarle a dormir;
puedes obligar a que te elogien,
pero no puedes obligar a sentir admiración;
puedes obligar a que te cuenten un secreto,
pero no puedes obligar a inspirar confianza;
puedes obligar a que te sirvan,
pero no puedes obligar a que te amen».
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