Había una vez un rey, llamado Luis, que prometió a todos los ciudadanos del reino una bolsa de pan cada día, para que ninguna familia pasara hambre .
Todos los habitantes estaban felices y contentos con el rey Luis, porque gracias a él tenían pan para comer cada día.
Pero llegaron los malos tiempos, y los productores de pan tuvieron que dejar de vender pan al rey Luis. El rey Luis no descansó hasta encontrar otro productor de pan que le abasteciera para todo su reino, y finalmente lo encontró.
Al cabo de unos meses, los negocios le volvieron a ir mal al nuevo productor de pan, y tuvo que dejar de vender pan al rey Luis.
El rey siguió buscando otro productor de pan, pero ya no encontró ninguno más en todo el país, por lo que tenía que encontrar alguna solución.
Reunió a todos los ciudadanos en la plaza del castillo, y les invitó a que alguno de ellos que estuviera sin trabajo, hiciera el pan para todo el reino. Ese día, en la plaza había un hombre que no tenía trabajo y se ofreció para ser el nuevo panadero.
Lamentablemente, después de 2 meses en los que los vecinos se quejaban del pan tan malo que tenían que comer, el panadero del reino admitió que no le salían bien las barras de pan y que no quería seguir trabajando de panadero.
El rey Luis estuvo pensando durante días cómo resolver el problema que se le había presentado. No quería que su promesa de dar de comer todos los días a los habitantes de su reino se esfumara como el humo.
Así que, después de mucho darle vueltas, decidió ser él mismo el nuevo panadero del reino.
Hizo de su castillo una gran panadería, y no sólo consiguió abastecer de pan a su reino, sino que vendió pan a todo el país, llevado por la fama de su pan tan rico.
Luis, el rey panadero, se convirtió en el más famoso de todos los reyes que había tenido el reino.
Mantenerse firme en una promesa,
suele traer muchos premios consigo.
Siempre que prometas algo,
trata de esforzarte por cumplirlo.
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